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Un árbol crece en Brooklyn, de Betty Smith

Un árbol crece en Brooklyn

Betty Smith

Lumen, Barcelona, 2008

Betty Smith, pseudónimo de Elisabeth Whener, justifica el realismo de su novela valiéndose de su alter ego, Francie Nolan. La niña muestra una gran aptitud para la redacción y por lo tanto recibe varios sobresalientes en lengua inglesa. Pero su maestra no entiende el repentino cambio de temática en sus trabajos: pasó de describir la belleza, el locus amoenus de la retórica renacentista, con la grandilocuencia del modernismo, a la descripción fiel de su sórdida realidad, tras la muerte de su padre, Johnny Nolan. El desconcierto y enfado de su maestra supuso una decepción para la chiquilla quien rompió sus anteriores trabajos y decidió dejar de escribir. (Cfr. Páginas 333-336)

La novela reúne algunas características del realismo decimonónico imperante en Europa a finales del XIX y comienzos del XX: el empleo de un narrador omnisciente que va aclarando las intenciones de los personajes o que permite adelantar acontecimientos o retomar y aclarar la interiorización que los personajes realizaron de situaciones pasadas. Pero aparecen otras características de nuevas corrientes literarias: el llamado monólogo interior cuyo creador, el irlandés James Joyce, publicó El Ulises en 1922. El monólogo interior consiste en entrecomillar párrafos que se corresponderían con lo que el personaje está pensando. Evidentemente el lector no tendría ninguna posibilidad de conocer el pensamiento del personaje. De esta manera se puede acceder al conocimiento directo del pensamiento de uno o varios personajes, obviando la intervención del narrador omnisciente. En los últimos capítulos de Un árbol crece en Brooklyn, es dónde se concentra esta técnica narrativa.

Otra característica de la novela realista es el maniqueísmo, la división de personajes buenos y malos. Muchas novelas realistas se concebían como una tesis para demostrar al lector que el personaje bueno y el personaje malo obraban siempre de acuerdo a unos parámetros de conducta y, consecuentemente, sufrían o triunfaban. Un árbol crece en Brooklyn no es una novela de tesis en cuanto a la división de personajes entre buenos y malos. Realmente los personajes son buenos a pesar de sus notorios defectos. Pero sí es una novela de tesis en cuanto presenta a lector la concepción americana de que el trabajo y la vida ordenada conducen al éxito. Por eso podríamos afirmar que es una novela con notables valores didácticos para los jóvenes. Muy aconsejable para el segundo ciclo de ESO.

En la página 181 encontramos la concepción que la autora tiene de lo que debe ser la escuela: Cuando algún niño se portaba mal, no lo enviaban al despacho del director, sino al cuarto de Jenson –el conserje- para que él le diera un sermón. Él nunca regañaba a los niños. Les hablaba de su hijo menor, que era el pitcher del equipo de béisbol de los Dodgers; les hablaba de la democracia y de la mejor manera de ser un buen ciudadano, y de un mundo mejor donde cada uno trataba de hacer todo lo posible en beneficio de todos. Después de la charla con el señor Jenson, se podía contar con que aquel niño no seguiría dando problemas. El estudio de la evolución cultural y social de los inmigrantes europeos que conformaron la nación en los primeros años del siglo XX es un valor añadido. El árbol, una especie invasiva procedente de Taiwán, resistente a todas las agresiones, incluso las humanas, refleja la lucha que aquellos inmigrantes tuvieron que mantener por sobrevivir y mejorar sus paupérrimas condiciones de vida.

La fe y el trato con Dios –en este caso católica porque se trata de familias provenientes de Austria e Irlanda- también refleja una evolución social: desde la abuela, Mary Rommely, analfabeta que recomienda la Biblia protestante mientras mantiene una piedad muy firme; la tía Evy, también analfabeta, que lleva a sus hijos a la escuela dominical protestante por el mayor prestigio social, a pesar de ser católicos; hasta Francie, la protagonista, cuyas dudas sobre la existencia de Dios reflejan la rebeldía adolescente ante la dureza de la vida y la realidad de la muerte, y, ante los planteamientos que el conocimiento científico comienzan a plantear al hombre del siglo XX. Francie, a pesar de las dudas, de su rebeldía, sigue manteniendo pidiendo ayuda a Dios hasta el final de la novela.

Las relaciones sexuales y el matrimonio también aparecen a lo largo de la novela, reflejo del amplio abanico que encontramos en la sociedad de principios del siglo XX, en EEUU. A lo largo de la novela aparecen situaciones de acoso infantil, juvenil y en el mundo de los adultos, tratadas siempre con elegancia. La concepción del matrimonio, tabla de salvación de la mujer soltera con una vida familiar difícil –carencias afectivas, maltrato, serias dificultades económicas- llevaba a muchas adolescentes a creer en la primera oferta de matrimonio. El engaño, la maternidad fuera del matrimonio, la tremenda crítica social, era el destino de muchas de aquellas crédulas jovencitas. Hay dos verdades –empezó Katie-. Como madre te diré que habría sido terrible que te acostaras con un extraño, un hombre que conocías desde hacía sólo dieciocho horas. Te habrían podido pasar cosas horribles. Tu vida entera habría podido destruirse. Como madre, te digo la verdad. Pero, como mujer… te diré que habría sido maravilloso. Porque sólo una vez se quiere de esa manera. (Cfr. 476) Un párrafo que plantea la disyuntiva irreconciliable entre el amor humano dentro de un proyecto de vida y una relación pasional momentánea.

La novela comienza con una niña de 11 años, Francie Nolan, que disfruta de la lectura en un balcón de la tercera planta. Un balcón al que también han llegado las ramas del único árbol en un patio, o en una calle de Williamsburg, en Brooklyn. El tiempo de la novela es prácticamente lineal: una vez que el lector se ha situado en el contexto de Francie a los once años, la novela da un salto al pasado y nos enteramos de los orígenes de las dos familias, una alemana y otra irlandesa, que dos generaciones antes llegan a Brooklyn. La narración evoluciona hasta que volvemos a encontrar a esa niña y a su familia y continúa, lentamente hasta que Francie cumple 17 años, momento que se corresponde con 1917 en la historia de EEUU. Personajes Familia materna: Mary Rommely y su satánico esposo Evy y su esposo Willie el “inútil” Sissy y su “John”, en realidad Steve, el tercer marido Katie Rommely Nolan John Nolan, irlandés, cantante y borracho Neeley hermano y Laurie hermana nacida tras la muerte del padre Francie Nolan, protagonista del relato Señorita Garnder, su maestra quien critica sus sórdidas redacciones Mc Garrity propietario del bar donde canta John Nolan Señor Jeson, conserje de la escuela de Francie Ben Blake, joven inteligente y trabajador que propone una relación de amistad y “algo más en el futuro” a Francie Lee Rhynor, joven de 21 años que propone a Francie una noche de pasión a las dieciocho horas de haberla conocido. Toda una serie de vecinos y compañeros de escuela y trabajo.


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