Por donde sale el sol
Blanca García-Valdecasas
Ciudadela, Barecelona, 2009
Una novela que cuenta la historia de una familia numerosa. El alma de esa familia es Violeta la esposa, luchadora e imaginativa. Rogelio Díaz, el esposo y padre, es pintor. Violeta intuye la necesidad del esposo, del pintor, de cambiar de ambiente, en busca de nuevos horizontes personales que faciliten una evolución en su pintura. Así, Violeta elige Chile como país para comenzar una nueva etapa en la vida de la familia.
La víspera de su partida, Violeta muere en un accidente. Y Rogelio, como había prometido a su esposa se traslada con los niños a Chile.
La novela cuenta la vida interior del poeta y sus sentimientos y recuerdos de su vida en pareja con Violeta. Está escrito en clave nostálgica y tierna. Un coro de voces, sus siete hijos y las nuevas y viejas amistades, que conforma una sinfonía de valores humanos como la determinación en el cumplimiento del deber, la lealtad, la dedicación del propio tiempo a los demás, la generosidad, etc.
La vida de un hombre con siete chiquillos en un país tan alejado de lo conocido anteriormente, ya se ve que no será un camino de rosas. No obstante el pintor encuentra motivos para su inspiración en el esplendor del paisaje de los Andes, en la luz diferente, en la vegetación y animales desconocidos pero hermosos.
Pinta y triunfa. Y ayuda a la gente que por motivos profesionales se relaciona con él o con sus hijos. Quizás lo más íntimo del libro es el devenir del pintor, el descubrimiento de cada uno de sus hijos: hasta a llegar a descubrir sus diferencias de carácter, de personalidad y sus valores innatos.
Un estilo muy particular es el de Blanca García-Valdecasas. Un lirismo que fluye con sobriedad. Tiende a utilizar frases nominales carentes de verbo, elipsis verbal:
“Casa de abrigado espesor en sus muros de adobe, envigada de encina, con los aleros viniendo a apoyar en las columnas blancas, los corredores largos.” Pág. 12
“Alas de insectos, corales, hilos de medusa, algas, raíces, esqueletos de árboles.” Pág. 143
Las descripciones están repletas de adjetivos. Utiliza metáforas y personificaciones como recursos que favorezcan el lirismo de su prosa.
Quizás por influencia del español de América, la autora utiliza el mecanismo de la adverbialización de sustantivos que para nosotros pudiera resultar extraña: “murmulleando” (pág. 150), “madremente” (pág. 134); o bien adjetivación del sustantivo “el ganado bravo cordillerano” (pág. 150).
Al describir costumbres locales, tradiciones, paisajes, animales o plantas utiliza vocablos que a los hablantes peninsulares no son completamente ajenos como las realidades que representan: boldo, litre, luma, amitén arrayanes, copihue… (pág. 259)
Otras veces utiliza otros términos para nombrar realidades conocidas: estancias por habitaciones (pág. 150); frazada por manta (pág. 202); espurreaba la papilla por escupía la papilla (pág. 299) –todos términos incluidos en el diccionario pero de poco uso-.
El uso del hipérbaton, la alteración del orden lógico de la frase, o la ruptura de ese orden es otro de los recursos utilizados por la autora:
“Entre todos las empujamos adentro, con prisas, las maletas siguiendo.” (pág. 257)
“Tenía un compás, especie de.” (pág. 19)
“¿Cómo quieres seguirlo negando?” (pág. 170)
El narrador es el propio pintor que cuenta el devenir de la familia, de sus hijos y de sus amigos en Chile. A veces la autora se vale de diálogos con los otros personajes para contrastar la realidad percibida por el pintor.
Sigue un relato lineal y utiliza prolepsis para anunciar lo que sucederá más adelante:
“Sólo con lo que ocurrió más tarde, en marzo del año siguiente, se convenció de que mi cabeza…” (pág. 335)