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CampoGrande "club de lectura"

La niña del arrozal, de José Luis Olaizola

La niña del arrozal
José Luis Olaizola
E. Martínez Roca, Madrid, 2011

La historia de Siri, una niña tailandesa que ve desmoronarse su familia primero y asiste a la muerte de su madre al poco tiempo, es la historia de muchas niñas; si bien, ella encuentra a mucha gente buena que la apoya e impide que se vea atrapada en las redes de la prostitución.
Su abuela, la señora Phakamon, también se ha prostituido y no tiene otro interés que el de asegurarse la vejez con la entrega de su nieta al mejor postor. Para ella, encontrar a un amante rico es la solución más adecuada para su nieta, quien además, ha heredado la belleza de su madre.
Siri es el ángel de la guarda de Wichi. Es la criada de la familia, fea pero buena. Se adelanta a los intereses de la abuela y se escapa con la niña para protegerla. Juntas encuentran a la familia del señor Pimok, propietarios de un arrozal en el que trabajan por un año. Siri es una gran trabajadora y además conoce su oficio desde su infancia. Tienen comida y techo y parecen felices. Pero como la dicha no es completa, a Siri se le ocurre enviar un dinero a su pobre familia y así es descubierto el lugar donde se ocultan y Wichi, bajo las indicaciones de su abuela, es entregada al señor Naya, y entre así en el mundo de la prostitución de Bangkok.
En el prostíbulo conoció a otras tres niñas. Una de ellas, Watana, no anhelaba otra cosa que suicidarse. Cuando apareció el primer cliente chino dispuesto a pagar una fuerte suma por una niña aún virgen, fueron a buscar a Wichi pero ella se agarró a los barrotes de la litera con tal fuerza que ni las tres encargadas consiguieron soltarla. Además mordió a una de ella y por eso fue fuertemente golpeada contra la pared, quedó herida gravemente en la cara y sin conocimiento. Debido a este accidente se libró de su prostitución durante unos días, mientras se le recomponía la cara.
Otra de las compañeras, la que que se comunicó con los Pimok, los propietarios del arrozal para preguntar por su amiga Siri. Siri y la señora Pimok se sintieron muy felices por haber tenido noticias de Wichi.
Siri era cristiana, católica, y conocía a un jesuita, el Padre Antonio que llevaba ya unos años trabajando en Tailandia. Y, a su vez, el padre Antonio conocía a un escritor español, José Luis Olaizola que es el autor de lo novela. Con el deseo de ayudar a niñas que como Wichi quieren huir de la prostitución ambos crearon una ONG. Con el dinero de la novela y las cantidades que Olazoila recibe por sus conferencias, ya han conseguido que muchas de esas niñas hayan recibido estudios y formación.
Se impone la reflexión sobre el hecho de que nuestros niños y jóvenes están recibiendo orientación sexual en el sentido de que deben considerar la virginidad como una especie de sarampión, del que hay que pasar cuanto antes. No valoran el hecho de conservar la virginidad como lo hacen en estos países en los que se vende por grandes sumas de dinero; los ricos están dispuestos a pagar por una niña virgen, o por un niño, porque la virginidad es garantía de salud. Mientras que nuestros jóvenes la regalan exponiéndose a contraer enfermedades, algunas de ellas crónicas.
Literariamente, la novela es un relato sencillo que sigue la línea del tiempo sin complicaciones. El lenguaje utilizado tampoco tiene complicación alguna.
se negaba a comer, sufría los caprichos de un cliente, de los más ricos y era tal su asco que con unas tijeras y una caja de cerillas prendió fuego al prostíbulo. Aprovechando el jaleo consiguió escapar y se alejó siguiendo las vías del tren. En una vía muerta encontró un vagón y se refugió allí. Era el sitio donde dormía Amphica, una joven birmana que recogía objetos del basurero. Amphica la llevó a una casa de vietnamitas y pagó por ella para que la ayudasen a recuperarse. Cuando se encontró de nuevo recuperada, los vietnamitas le ayudaron a encontrar un establecimiento desde el

que se comunicó con los Pimok, los propietarios del arrozal para preguntar por su amiga Siri. Siri y la señora Pimok se sintieron muy felices por haber tenido noticias de Wichi.

Siri era cristiana, católica, y conocía a un jesuita, el Padre Antonio que llevaba ya unos años trabajando en Tailandia. Y, a su vez, el padre Antonio conocía a un escritor español, José Luis Olaizola que es el autor de lo novela. Con el deseo de ayudar a niñas que como Wichi quieren huir de la prostitución ambos crearon una ONG. Con el dinero de la novela y las cantidades que Olazoila recibe por sus conferencias, ya han conseguido que muchas de esas niñas hayan recibido estudios y formación.

Se impone la reflexión sobre el hecho de que nuestros niños y jóvenes están recibiendo orientación sexual en el sentido de que deben considerar la virginidad como una especie de sarampión, del que hay que pasar cuanto antes. No valoran el hecho de conservar la virginidad como lo hacen en estos países en los que se vende por grandes sumas de dinero; los ricos están dispuestos a pagar por una niña virgen, o por un niño, porque la virginidad es garantía de salud. Mientras que nuestros jóvenes la regalan exponiéndose a contraer enfermedades, algunas de ellas crónicas.

Literariamente, la novela es un relato sencillo que sigue la línea del tiempo sin complicaciones. El lenguaje utilizado tampoco tiene complicación alguna.

 


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