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Calderón, nueva etapa

(Publicado en la edición impresa de El Norte de Castilla el 11 de junio del 2009)

La marcha de Mercedes Guillamón de la gerencia del Teatro Calderón abre una nueva etapa en el primer teatro público de la ciudad, de la que cabría esperar también un nuevo rumbo.

Es justo reconocerle a la todavía directora el mérito de haber puesto en marcha la sala tras el parón inevitable de su rehabilitación hace ahora diez años y haber conseguido unas cifras de asistencia de público bastante aceptables (la puesta en marcha de un tercer turno de abono lo demuestra) y ello con un presupuesto realmente corto.
Pero es necesario decir que esos logros se han hecho paradójicamente a costa de un público entendido y afecto a las artes escénicas en general, que incluye también a los profesionales del teatro, cuyas aspiraciones no se han visto recompensadas por una programación marcada por el conformismo, lo comercial y lo ‘popular’, entendiendo el término como lo más fácilmente aceptable por una mayoría. En pocas palabras, una programación donde el riesgo, la ambición, la apuesta por nuevos lenguajes y montajes más exigentes y novedosos ha estado en general ausente.
Y si un teatro público no cumple esta función de programar lo que nunca programaría un teatro privado y atento solo a la cuenta de resultados (qué oportunidad perdida en el Zorrilla, ¡ay!) ¿quién lo hará?
El quid está en que, desgraciadamente, la rentabilidad del dinero público mal entendida, es decir, no como la búsqueda de nuevos públicos para espectáculos de calidad y exigencia contrastadas sino como la posibilidad de presentar unas cifras de asistencia apabullantes no es el mejor acicate para que un programador arriesgue. De nada sirve que, como aseguran los responsables políticos del Calderón, estos se mantengan al margen de la programación si al final el programador de turno está presionado por las cifras y por una contabilidad incapaz de entrar a valorar el asunto de la ‘excepción cultural’. (Por no hablar de que episodios como la marcha de Teresa Velázquez de la dirección del Patio Herreriano por no haber aceptado una injerencia en su programa no son el mejor precedente para un responsable cultural que valore su permanencia en el puesto).
Está claro que poco riesgo y audacia se puede pedir a quien tiene que hacer milagros para llenar una temporada con un presupuesto exiguo, pero aún menos se le puede pedir si aquellos ante quienes rinde cuentas sólo aspiran a llenar la sala sin mayores complicaciones.
Es decir, el nuevo rumbo deseable para el futuro próximo de un teatro que ni de lejos ocupa el puesto de liderazgo que debería tener en el panorama escénico de la región tiene que originarse en los responsables municipales de la cultura. En lo que entiendan por tal. Y después en un programador que aspire a algo más que a ir salvando el día a día entre las rebajas dinerarias y el miedo al que dirán los señoritos.
Ambas partes deberán planteárselo en el futuro.

Sobre el autor

Más que un oficio, el periodismo cultural es una forma de vida. La llevo ejerciendo desde que terminé la carrera. Hace de eso algún tiempo. Me recuerdo leyendo y escribiendo desde que tengo uso de razón. La lectura es mi vocación; la escritura, una necesidad. La Cultura, una forma de estar en el mundo. Dejo poemas a medio escribir en el bolso y en todos los armarios.


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