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Éramos pocos en el cine español

Si la última gala de los Goya pasó a la historia como la de la reconciliación de Pedro Almodóvar con la Academia, la de este año no parece que vaya a tener un ‘happy end’ parecido. Al contrario, promete tensión y sonrisas congeladas, con la ministra de Cultura (y directora de cine, no se olvide) y Álex de la Iglesia (presidente de la Academia con los días contados para dejar el cargo) sentados protocolariamente codo con codo después del altercado virtual por culpa de la polémica ley contra las descargas ilegales. Como dice el refrán popular ‘no dura mucho la alegría en la casa del pobre’. O también se podría aplicar ese otro de ‘éramos pocos…’
El todavía presidente de la Academia se apuntó el año pasado el tanto de la aparición estelar y por sorpresa de Almodóvar tras años de ausencia de la gala. Pero este año De la Iglesia que va de ‘enfant terrible’ y cuya producción despierta tantas simpatías como aversiones, y si no ahí están las críticas de su última película que por cierto opta a un porrón de estatuillas, tiene un papelón. Vamos, que para una vez al año que el cine español trata de olvidar sus miserias la atención no va a estar ni siquiera en el pase de modelos de la alfombra roja. El morbo se cuela por las rendijas de una profesión dividida que una vez más y muy a su pesar dará argumentos a quienes parecen odiar a los profesionales del cine. Como se odia en la caverna a todo lo que huela a cultura o creación.
Y no lo digo por decir. Me espeluznan los comentarios que escucho a veces –y no a gente indocumentada, gente incluso universitaria– a propósito del asunto de las descargas. Gente que ni ama el cine, ni se pierde jamás por una sala oscura, ni se plantea su aspecto cultural habla con el mayor de los desprecios de unos profesionales que a sus ojos parecen delincuentes, vividores de la subvención. Esa gente que jamás cuestionaría los dineros públicos que se entierran en industrias cuyos patronos, una vez guardada la recaudación, deslocalizan el chiringuito, echan a los trabajadores y a otra cosa…

Y es que la cultura no es una ‘industria’ en la que crea alguien en este país más allá de lo que indiquen modas pasajeras. Y mucho menos la clase política y los responsables de las carteras correspondientes que hasta sienten vergüenza en ocasiones del dinero que gasta su departamento. Dinero vergonzante el de la cultura en España. Solo le faltaba una crisis económica para retroceder lo poco que tras años de esfuerzos y mendicidades se iba consiguiendo. De la Iglesia debería haber calculado que representaba a un sector y no a sí mismo (y en qué momento) antes de sus erráticas tomas de postura públicas.
No nos engañemos. Más allá de los cambios de costumbres en los espectadores (y bla, bla, bla), lo que escuece de la Ley Sinde no es más que la punta del iceberg del grave problema de fondo. En este país solo una minoría cree en la cultura y en lo que representa. Que se lo digan a responsables de museos, teatros y programas de todo tipo a los que no se les quita el gesto de ‘Virgencita que me quede como estoy’.

(Publicado en la sección de opinión ‘Días nublados’ de la edición impresa de El Norte de Castilla del jueves 4 de febrero de 2011). (En las fotografías: Álex de la Iglesia (José Ramón Ladra) y Ángeles González Sinde (Ignacio Gil)

Sobre el autor

Más que un oficio, el periodismo cultural es una forma de vida. La llevo ejerciendo desde que terminé la carrera. Hace de eso algún tiempo. Me recuerdo leyendo y escribiendo desde que tengo uso de razón. La lectura es mi vocación; la escritura, una necesidad. La Cultura, una forma de estar en el mundo. Dejo poemas a medio escribir en el bolso y en todos los armarios.


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