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Unas buenas 'españoladas'

Vuelvo al cine. A hablar de cine, quiero decir. No en vano estamos en vísperas de la gala de los Goya y mis planes son sentarme ante la tele y tragármela de cabo a rabo como hago siempre. (Cada cual tiene sus debilidades más o menos confesables).
La anécdota que me ha disparado la columna le ocurrió a un compañero precisamente cuando hacía una encuesta sobre las películas nominadas a los premios del cine español. Una de las personas ‘encuestables’ al saber de qué se trataba contestó con desprecio: «¡Yo no veo españoladas!».
¿Se acuerdan de a qué se llamaban españoladas? Eran esas películas de bajo presupuesto y parejo interés artístico (aunque el término se aplicó a veces con injusticia) que se decía que el régimen franquista favorecía para distraer a la gente de cuestiones de mayor calado. Tenían de bueno que su finalidad no era otra que esa: distraer y a ser posible divertir y que daban trabajo a media profesión porque los repartos eran larguísimos y ‘estaban todos’. Hoy llenan la programación de ‘Cine de barrio’ gracias a la cual los salones se llenan de caspa cada sábado por la tarde. Hay gente que se ha quedado ahí. que sigue despreciando cuanto ignora. Lo pensaba el martes por la noche cuando volví a ver, gracias al acierto de ‘Versión española’, el programa de cine de La2, ‘Tres días con la familia’ esa joyita-ópera prima de Mar Coll, con la que se ganó el Goya a la mejor dirección novel. Un despliegue de talento y de intuición desarrollado sin retóricas, con los planos justos y los diálogos justos, sin la habitual verborrea de algunos principiantes. Claro que muchos enterados igual la hubieran hecho caso si su nacionalidad fuera francesa, es un suponer. (Y un suponer con sentido pues el filme bebe en lo mejor del realismo galo).


Pero tampoco es tan extraño que salvo a algunos exquisitos a mucha gente lo único que le haga levantarse del sillón y acercarse a las salas sea la americanada de turno, bien provista de efectos especiales machacantes para los sentidos (o lo que quede de ellos) o de gafas tridimensionales. Entonces no importa que el producto en cuestión lo hayamos visto cientos de veces disfrazado de western, de thriller, de comedia romántica o de historia de ciencia ficción. ¿Acaso hay prisa por estrenar lo último de Guerín al que, como sigan así las cosas, solo vamos a poder verlo en festivales y museos (por cierto acérquense a ver su proyecto en el Esteban Vicente de Segovia y no saldrán defraudados)? ¿Y qué me dicen de Víctor Erice, al que literalmente aburrieron las dificultades para sacar sus proyectos adelante? ¿Y cuántos otros valiosos directores se han quedado en el camino? ¿Se acuerdan de cuándo fue la última vez que rodó José Luis Borau? Alto precio se paga en este país por el talento.
Y ahora, enredada la profesión e la penúltima trifulca, no parece claro que las cosas vayan a mejorar a corto plazo. ¿Y n sería por esto por lo que habría que protestar? Digo yo…

(Publicado en la sección de opinión ‘Días nublados’, de la edición impresa de El Norte, el jueves 10 de febrero del 2010)

(En al foto, una imagen de ‘Tres días con la familia’, de Mar Coll)

Sobre el autor

Más que un oficio, el periodismo cultural es una forma de vida. La llevo ejerciendo desde que terminé la carrera. Hace de eso algún tiempo. Me recuerdo leyendo y escribiendo desde que tengo uso de razón. La lectura es mi vocación; la escritura, una necesidad. La Cultura, una forma de estar en el mundo. Dejo poemas a medio escribir en el bolso y en todos los armarios.


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