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Cuando el cine sí es arte

A veces, no demasiadas por desgracia, salimos del cine –o del teatro, o de un libro– con la sensación de haber disfrutado de cada minuto de la película –o de la función, o de la novela–. Quisiéramos entonces que la sensación nos durara lo más posible, que nada externo –ningún ‘standard and push’ o alguno de sus primos– nos estropeara ese sentirnos más anchos y más altos, raramente esperanzados.
Me pasó el otro día con ‘Le Havre’, de Aki Kaurismaki, una película que tenía desde hacía tiempo en la lista del ‘debe’ y que es una obra excelente no solo por sus valores cinematográficos, que son muchos, sino porque deja en el cuerpo una caricia, como una venda refrescante sobre la fiebre de las heridas cotidianas. Una especie de liberación.
Hay quien dice que resulta difícil explicar de qué va el filme, porque su belleza se sobrepone al argumento. Sin embargo, creo que es fácil resumirlo: cuenta una historia de solidaridad, de cómo los que menos tienen que perder son los más predispuestos a repartir –sus escasas posesiones, su tiempo, su pequeña seguridad cotidiana– aunque sea sobrepasando algún margen legal y de cómo esta rara actitud encuentra a veces un campo de complicidad en quien a priori menos predispuesto estaría para ello por su situación de vigilante de ese margen. Es decir, nada excesivamente original, nada que no se nos haya contado antes por distintos medios. Como telón de fondo la inmigración ‘ilegal’, el infierno por el que pasan los que se echan al mar en patera porque lo último que tienen para arriesgar es la propia vida.
Quizá huyendo de planteamientos simplistas, demagogos o sensibleros, en los que resulta tan fácil caer cuando se parte de las buenas intenciones,  Kaurismaki decide contarlo en clave de fábula, alejado de planteamientos naturalistas. Y aquí entra su maestría de director. Planos perfectamente construidos, tomas en suspenso, con los personajes como absortos en su propia condición, colores ‘artificiales’, escenarios un tanto teatrales. Pero hay más: lo que más se disfruta en la película es el conocimiento que tiene su creador de la historia del cine.
Hay directores que nunca ven cine. Incluso algunos presumen de ello. Hay otros que lo aman, que homenajean a sus maestros, que los citan sin pedantería. Eso hace Kaurismaki en ‘Le Havre’ (donde encontramos por cierto al excelente Darroussin haciendo de inspector de policía y nos resulta raro no verle defender algún derecho laboral de la mano de Guédiguian) usando la cámara para detenerse en los detalles.
A ratos realista, a ratos surrealista (un poco Tati en algunos guiños) o un poco Dreyer en ese final ‘milagroso’, con lo mejor del cine francés en su retina Kaurismaki da una lección. Me decía ayer un amigo que reconfortaba encontrar a esos autores a los que se nota que han leído. Lo decía por Carlos Pujol, tristemente fallecido, en cuyas novelas dejaba ver sin trampa, con fluidez, sus muchas lecturas. Al fin todo consiste en ser capaces de sorprender con algo que parezca distinto, cuando tantas cosas buenas se han escrito con una pluma, con un ordenador, o con una cámara de cine. ‘Le Havre’. Si tienen un cine a mano donde siga en cartelera, no se la pierdan. Me lo agradecerán.

Sobre el autor

Más que un oficio, el periodismo cultural es una forma de vida. La llevo ejerciendo desde que terminé la carrera. Hace de eso algún tiempo. Me recuerdo leyendo y escribiendo desde que tengo uso de razón. La lectura es mi vocación; la escritura, una necesidad. La Cultura, una forma de estar en el mundo. Dejo poemas a medio escribir en el bolso y en todos los armarios.


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