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El día de la marmota

Todos los años (al menos desde hace cuatro) por estas fechas, les coloco una columna parecida. Ya lo siento. La vida está hecha de repeticiones. Se repiten las estaciones, las fiestas, las cosechas… lo que llamamos ‘actualidad’ es en muchas ocasiones la celebración de aniversarios, más o menos redondos, efemérides, ciclos… Desde hace unos años, al menos cuatro, cuando llega o cuando acaba de pasar la celebración de la feria del libro dejo plasmado en este rincón nublado mi perplejidad. Porque desde hace unos años, al menos desde hace cuatro, espero que esta cita literaria en declive no solo recupere el brillo perdido sino que incluso lo acreciente. Imagino que por fin las instituciones implicadas (y las desimplicadas) se caerán del caballo llegarán a un acuerdo y Valladolid volverá a tener (la tuvo, tímidamente) la Feria del Libro que se merece. Se la merece la capital de una extensa comunidad que presume de apuesta cultural y de tener al idioma como una de sus potencias económicas y culturales. Pero, a la hora de la verdad, su feria del libro podría ser la de cualquier ciudad de provincias sin demasiadas pretensiones. Dicho sea, y todos los años recalco lo mismo, con todo el respeto que me merece el trabajo de las personas que, con toda seguridad, supliendo con dedicación e ilusión la falta de medios, sacan adelante este o cualquier otro programa cultural. Y  a sus invitados.
Todos los años y esto parece el día de la marmota, me pregunto si Valladolid puede conformarse con una presunta feria del libro que en poco se diferencia de otros ciclos en los que se invita a unos cuantos escritores cercanos (aunque el adjetivo no tenga tintes peyorativos porque hay mucho valor en lo cercano, pero se espera de un acontecimiento así la oportunidad de acercar lo extraordinario, lo que no tenemos a mano habitualmente). Y digo presunta feria porque de ella están ausentes las principales librerías de la ciudad, las más activas, las que contribuyen todo el año a que el libro sea protagonista de los espacios culturales de los medios de información y de la vida de la ciudad, y del que también han huido los principales editores de Castilla y León. Hay que visitar la Feria del Libro de Madrid (esta sí, con mayúsculas) o el Liber, incluso la mexicana Feria del libro de Guadalajara…  para encontrarse con algún editor de Castilla  León de los que exportan sus productos más allá de sus pequeñas fronteras.
Y así otro año. Este, por cierto, electoral. Entre las muchas cosas pendientes que, desde el punto de vista de la cultura tienen la ciudad y la comunidad está la de plantearse una feria del libro que ponga a Valladolid, como cabecera de la comunidad, en el mapa de las ferias relevantes y eso, por mucho que el Ayuntamiento se empecine en usar la inadecuada cúpula del milenio y llenarla de casetas institucionales, pasa entre otras muchas cosas por una ubicación adecuada y un programa relevante. Mientras tanto, celebraremos con alegría el 23 de abril.

Sobre el autor

Más que un oficio, el periodismo cultural es una forma de vida. La llevo ejerciendo desde que terminé la carrera. Hace de eso algún tiempo. Me recuerdo leyendo y escribiendo desde que tengo uso de razón. La lectura es mi vocación; la escritura, una necesidad. La Cultura, una forma de estar en el mundo. Dejo poemas a medio escribir en el bolso y en todos los armarios.


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