Del actorazo que fue Federico Luppi y su relación con Seminci tengo un recuerdo en color: su llegada al Hotel Olid aquel año de 2002, y otro en blanco y negro: la foto de la portada de este suplemento (entonces aún el blanco y negro resistía junto al pujante color en los diarios) en la que Gabriel Villamil lo fotografió junto a unos niños con síndrome de Down que habían acudido a ver su película. En esta foto, una sonrisa dulcificaba su rostro que, de normal, era serio, concentrado, como en esa otra imagen en la que posaba junto al director uruguayo Diego Arsuaga y el actor Pepe Soriano. Falta en esta foto el otro integrante del triángulo que daba vida a ‘El último tren’, el filme con el que compitieron ese año en el Festival y que les valió a los tres protagonistas la Espiga de Oro a la mejor interpretación masculina. La película los había reunido treinta años después de haber protagonizado juntos ‘La Patagonia rebelde’.
Aunque el trío estaba magnífico en su papel, ‘El último tren’ no fue la mejor película en la que participó el actor ahora fallecido. Quizá sus mejores papeles se los proporciono un director con el que tenía especial química, Adolfo Aristarain, y yo me quedaré para siempre con su rol de maestro comprometido en ‘Un lugar en el mundo’. Era ese personaje íntegro con una mirada ética del mundo (‘Lugares comunes’) la que le confería un especial atractivo. Pero daba lo mismo que su misión fuera interpretar a un luchador por las causas perdidas, que a un egocéntrico guionista de cine (‘MartÃn Hache’) Luppi era de los que levantaban cualquier pequeña colaboración, véase si no su fugaz intervención en ‘Elsa y Fred’, el filme de Carnevale dirigido a mayor gloria de la actriz China Zorrilla, que también se vio en Seminci.
Si en España, la noticia de su muerte ha despertado la admiración y el cariño que aquí se le guarda, en su país natal las noticias de su muerte han sido crónicas en claroscuro. Se recuerdan las acusaciones de malos tratos que le hizo la que fuera su pareja durante diez años, la actriz Haydée Padilla, y los problemas legales con la madre de su tercer hijo, Brenda Acinelli. Luppi no reconoció los hechos, pero su fama quedó ensombrecida en su país, donde también tuvo polémicas con Ricardo Darín al que llamó ‘boludo’ por criticar públicamente a la expresidenta Cristina Kirchner, de la que Luppi era partidario.
La gala inaugural de la Seminci le honraba como actor y recordaba su paso por el Festival, que en ese año de 2002 guardaba, por cierto, un minuto de silencio por la muerte de un grande del cine español, Juan Antonio Bardem.