PIERRE GONNORD REFLEJA MUNDOS QUE DESAPARECEN, A TRAVÉS DE LA MIRADA DE LOS RESISTENTES
En toda exposición puede haber un denominador común a las obras expuestas, más allá de que hayan salido de un mismo taller o las emparente un objetivo, una intención, una idea en la mente del comisario de turno. Y puede ser más o menos evidente. En ‘Terre de Personne’ (Tierra de nadie) la exposición de Pierre Gonnord que la Fundación Villalar presenta en el vestíbulo de las Cortes de Castilla y León, ese denominador común es un concepto: la dignidad. La dignidad que emana de todas y cada una de las dieciséis miradas que Gonnord ha fotografiado con su estilo ya conocido, desde que a finales la década de los noventa y primeros años de este siglo empezara a sernos familiar su obra.
Dieciséis retratos componen la muestra. Son hombres y mujeres de distintas generaciones y ocupaciones, aunque procedentes todos de un mundo en extinción. Una parte está formada por los rostros de mineros procedentes de zonas del Norte de España donde la minería empieza a ser un recuerdo, o el plan para un nuevo museo o un parque temático. La otra parte la componen ancianos resistentes en zonas rurales marcadas por la emigración y el olvido que permanecieron arraigados a una tierra de tal forma que hombres y mujeres por un lado y tierra por otro se dan sentido mutuamente. Rostros ennegrecidos por el carbón, pero, sobre todo, marcados por la dureza del oficio. Y rostros dibujados por los mismos surcos de la tierra que les ha tallado, hermosos en su desnuda verdad.
Ha contado Pierre Gonnord en torno a esta muestra, que ha sido comisariada por Rafael Doctor, cómo sus series fotográficas se originan con un viaje, “un viaje sin cámara”, lo que distingue el proceso de su obra de la labor de un reportero gráfico. Para llegar a las imágenes que nos atrapan la mirada (quizá a eso se refiera Gonnord cuando habla de estos retratos como espejos) hacen faltan horas de conversación y convivencia más allá de que el artista necesite ganarse la confianza del retratado para acceder a una sesión en la que de alguna manera acabaría desnudo. En esta ocasión el viaje le lleva desde los Ancares a las zonas limítrofes entre León y Galicia, pero también a Tras os Montes, cruzando la raya que nos separa o nos une con la hermana Portugal. De hecho, las personas aquí mostradas serían perfectamente intercambiables de un lado a otro de la frontera y nos hablan de lo que nos une como humanos. Y no es mala lección en los tiempos que corren.
Con su técnica habitual de fondos negros y sujetos aislados de su entorno, jugando con el claroscuro, uno a uno estos rostros nos desvelan la dignidad del que se sabe único porque se mantiene firme en “su” lugar. Es cierto que el mundo rural que representan duro y pobre, casi miserable pero al mismo tiempo grande en su autenticidad, será poblado en el mejor de los casos (ya que en muchos de los lugares de procedencia de estas fotografías la despoblación está llegando a su límite) por nuevas generaciones que lo habitarán en condiciones mucho menos extremas y desde una conciencia global, pero ¿mirarán a cámara (al mundo) con la misma seguridad y entereza que sus padres y abuelos?
Para el autor de estas fotografías el retrato es un asunto clásico. Vemos las ropas oscuras y ajadas de los retratados, pero fácilmente podemos imaginarlos en ropa de corte, tal es la serenidad de su pose. Se ha comparado su obra con la Ribera, incluso con la Velázquez, pero en algunos casos, el poderío del retratado es tal que podríamos remontarnos más atrás, a los antecedentes del retrato clásico en la Roma Republicana.
Un catálogo de miradas que nos interpela. Duras, inocentes, retadoras… Eso nos ofrece Pierre Gonnord. Doctor ha seleccionado una exposición breve pero justa, porque merece una visita detenida y una más detenida reflexión.
(Las fotografías de la exposición de Gonnord son de Carlos Espeso)