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Xoel Prado - Antúnez

Oliendo páginas de tinta

La ciudad de los ojos grises de Felix G. Modroño

0.- Llegué a la lectura de La ciudad de los ojos grises porque era la novela más votada en la bitácora de http://laslecturasdeshaka.blogspot.com.es/donde Sara Montero comenta libros y creó un concurso para elegir la mejor novela del 2012. No acudí a la página por casualidad, sino por causalidad, alguien me advirtió que una de las novelas elegidas para el concurso era la mía propia. Y me llamó la atención la portada, por supuesto, y me llamó más la atención que la novela transcurriera en Bilbao, evidentemente, una ciudad que he recorrido y vivido. Por eso, me empeñé en leer la novela y saber porqué todo el mundo la votaba y más cuando todas las bitácoras la eligieron como la mejor novela del 2012. Seguro que algo habría de tener la novela cuando todo el mundo la hacía sonar en sus recomendaciones de una manera tajante. La mejor novela del 2012.

1.- Inicié la lectura como siempre, oliendo las páginas de tinta de la novela. Y he de comunicaros que La ciudad de los ojos grises desprende un aroma a infancia. Y os digo que las novelas que huelen a infancia en sus páginas, me arrastran a su interior como si se tratara de un huracán, un terremoto, un vórtice de flujo turbulento. Abrí las páginas del libro y fui llevando la mirada de un lado al otro de las mismas descubriendo la historia que me contaba, que se relataba línea a línea. Una serie de líneas quebradas que nos hacían navegar por el chirimiri de una muerte accidental que no resulta ser tal, pero hasta aquí se puede contar. Bueno también se puede decir que el personaje principal, se reencuentra con su hermano y sus viejas amistades de su  su ciudad, de Bilbao, en el trascurso de desentrañar si realmente se trato de un asesinato la muerte de quien fue su gran amor. La historia como podéis comprobar es muy simple, una novela de negritud grisácea.

2.- Esta historia se desarrolla en la ciudad de Bilbao, desde sus ojos grises, el puente de San Antón, hasta la casa de la misericordia, donde reside el secreto de las madres que renunciaron al producto materno. Una ciudad donde no es que llueva, que es la eternidad se diluye en lágrimas de txakoli. Y de estas lágrimas de txakoli van naciendo los personajes que componen la historia. No de otra manera, ya que pasear Bilbao con Félix Modroño es sorprenderse que de unos árboles surja nuestra protagonista con su primer beso de amor o de una calle, como la de San Francisco, surja otra parte de la historia.

Os lo explico, en realidad los personajes se van desgajando de la ciudad de  Bilbao, y van recomponiendo entre las ruinas del Arriaga, en las pequeñas ondas que levantan las gabarras al cruzar las rías, en las noches del siglo XIX que son más frías que la burguesía que las reviste de ensoñaciones parisinas, la historia de nuestro protagonista, pero transitando por el inconsciente bilbaíno, lleno de restaurantes que cocinan su vicio estomacal de manera impecable. Quizá por ello la historia desciende por la ría del Nervión en su margen izquierda hacia la casa de la ama de Portugalete y vuelve por la misma margen a la casa de la Misericordia para encontrar a la amatxu renovada. Pero este viaje se completa con otras “amas” que lo desnudan de su resentimiento imposible.

3.- Así se nos descubre una historia nueva, renovada, que no es la simple novelilla negra de un accidente – asesinato. Así como en el cuadro de Dalí las chimeneas, los sofás, y otros elementos, nos van describiendo el rostro de Mae West, en esta novela de Félix Modroño la historia que nos relata nos va descubriendo el rostro de esa Bilbao como la verdadera protagonista de la Historia. Porque Izarbe es Bilbao. Una Bilbao cuyos ojos son los arcos del puente de San Antón y cuyo cuerpo es la ría del Nervión, que se curvilínea como la misma historia que se relata. Porque la protagonista se hace carne desde esas aguas tan espesas como un lodo primigenio. Esa Bilbao que toma nombre de sueño y es hija de un entrenador inglés y una protagonista de canciones de txiquiteros de barrios altos. Esa Bilbao que cada tiempo de modernidad y estreno retorna a las vías de Abando pare regenerarse y renacer. Esa Bilbao a la que nuestro protagonista lleva en la sangre y le es imposible sentirse hombre a su lado, y debe huir, huir a la Misericordia para recobrar su infancia, a sí mismo. Pero huir, de todas maneras.

4.- La ciudad de los ojos grises de Félix Modroño resulta excesivamente interesante porque juega con nosotros, ya lo habéis visto, a ocultarnos la realidad de la Bilbao eterna, verdadera, soñada, hija libérrima de un inglés y una mujer maltratada por la extrañeza de un mundo que nunca se conmueve. Resulta interesante porque cubre la realidad de Bilbao con un txirimiri de ironía. La burguesía vasca naciente tiene los pies de agua, de agua de la ría Nervión, que es como decir de lodo. Y se ha de sustentar siempre sobre la muerte de la propia Bilbao. Es interesante, desde luego, porque la lectura es una invitación a conocer bilbao y a Bilbao. O si me permitís, Félix Modroño ha conseguido que Bilbao sea un lugar de podrida Belleza e insustituible. Como la Dublín de Joyce, ha generado en lector la necesidad y el ansia de conocer Bilbao y a la Bilbao.

5.- La belleza de la novela es una belleza libre, sin finalidad alguna. Sólo la necesidad que tiene el autor de mostrar su Bilbao y a Bilbao, esa ciudad que lleva en la sangre y que le obliga a   amarla en la lejanía. Y obtenemos una enseñanza original, no podemos amar lo más propio si no es en la lejanía. En las ensoñaciones parisinas, se le antoja a Félix Modroño. En las nocturnas visitas a los cementerios ingleses, se le ocurre al protagonista de la novela.

6.- Llegamos así a lo agradable que nos inocula la novela, la búsqueda de la Amatxu para salvar el recuerdo de esa Bilbao que llevamos en la sangre y que flota en la ría, de la que emerge sólo así, cuando abracemos a la amatxu. No hay otra manera de conciliarnos con nuestro amor de infancia. Por eso el libro olía sólo a infancia, aunque sea una infancia castrada. Así sólo es capaz el protagonista, nosotros mismos, de releer la carta de Izarbe al fin y amarla. Amarla como se aman las cosas familiares.

Degustar la lectura, el teatro y el amor/humor

Sobre el autor

Obscuro como él solo sabe serlo, seductor vespertino y a veces matutino.


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