La verdad es que desde muy jovencita las uso, quizá tenga algo de fotofobia, no lo sé, nunca me lo he mirado me las pongo y punto.
Los días luminosos, ese azul del cielo precioso no puedo apreciarlo en su esplendor, nunca pude.
La luz intensa del sol me produce un dolor de cabeza de no te menees.
Pero no hablaré hoy del tema en sentido óptico o fisiológico.
Hablaré de lo que pueden ocultar unas gafas:
Ocultan esa mirada triste, esos ojos hinchados de llorar, una alergia, ese hematoma del golpe indecente, esas ojeras, ese mirar para otro lado sin que nadie se dé cuenta, o mirar lo que quieras o a quien quieras sin que nadie tampoco se percate. A veces hay un poco de picardía en esto último.
Ah!, se me olvidaba, también ocultan esas patitas de gallo, lo de patas, suena fuerte. :)
Los ojos son la expresión de cómo nos sentimos, son con los que analizamos al que tenemos enfrente, son la mirada perdida, son el bien, el mal, el deseo, el aburrimiento, es nuestro mensaje corporal más inmediato.
Así que hay días que aunque el sol se niegue a salir, nos las colocamos en ocasiones para ponernos a la defensiva, o quizá para sentirnos menos vulnerables.
Ese vidrio oscuro al final nos protege de algo más que el sol, las mujeres sobre todo lo sabemos muy bien, nos guarda el secreto de lo que no queremos vea el mundo.
Cuando veo a una mujer con unas gafas de sol puestas incluso en día nublado, sé que siempre hay un motivo.
Son nuestras aliadas cuando no queremos que nuestros ojos sean un libro abierto, quizá son el método para seguir siendo anónimos, e individuales, nosotros mismos, sin que nadie nos cuestione, quizá es ese disfraz que en ocasiones necesitamos.
Supongo en fin, son eso que a veces necesitamos cuando no queremos formar parte del escaparate del mundo.
Saludos blogueros