¿Cuál era el título de la canción que presentó España al Festival de Eurovisión? Ni idea, ¿verdad? Nadie lo recuerda no solo porque el festival está de capa caída, sino porque la canción fue cantada en inglés. Yes, como lo oyen, en inglés puro y duro, por eso no pienso hacer el mínimo esfuerzo por recordar el nombre de su intérprete. España es un país de horteras lingüísticos en donde se puede encontrar un extremeño o un castellano o un madrileño indignado porque en Gerona se hable el catalán, pero al mismo ciudadano del mundo le parece natural que España se presente a un festival con una canción en inglés. ¿Qué pasará cuando los bebés a los que sus padres -del Bierzo o de las Urdes- hablan en inglés desde su cuna lleguen a la edad adulta? Pues que después de haber pasado por la Universidad americana ubicada a la orilla del Manzanares, por el college de los Hermanos Sacramentados y la guardería bilingüe “Nonsense”, en donde les enseñaron pintura de dedos y baile de aro con profesores británicos nativos, se acordarán quizá de un aña que sustituyó por unos meses a su nani filipina, cuya aña les cantaba en el raro idioma de su abuela “El patio de mi casa es particular” y otras canciones de corro igual de divertidas. La Real Academia Española se quejaba hace unos días de este complejo de inferioridad tan propio de los palurdos españoles, y no se refería tan solo al suceso de la canción de Eurovisión, sino al hecho de que la publicidad ya no utilice el español en sus anuncios. Y es que los publicistas saben que los españoles creen que la mercancía inglesa siempre será superior a la de su país de origen. Las cremas que usamos las mujeres, por ejemplo, traen sus indicaciones en inglés, en francés o en alemán o en chino incluso, pero no en español. Por eso alguna que yo conozco se limpia habitualmente el rímel con crema de manos. Hoy mismo he oído en la radio que el Rey de España hablaba en inglés a los representantes del mundo financiero español. La verdad es que el inglés de don Felipe era mucho mejor que el de Aznar, pero su gesto hizo que recordara a uno de sus antecesores en el trono de España que, a pesar de no haber nacido en nuestro país ni haber sido el español su lengua materna, mostraba por el español mucho más amor y respeto. Me refiero al Emperador Carlos V. Según cuentan las crónicas, estando Carlos V ante el Papa y ante el rey Francisco de Francia, les habló a ambos en español. Un obispo y embajador francés se quejó de no haberle entendido, y Carlos V le espetó: “Señor obispo, entiéndame si quiere, y no espere de mí otras palabras que las de mi lengua española, la cual es tan noble que merece ser entendida por toda la gente cristiana”. ¿Qué hubiera hecho Carlos V si hubiera oído decir en el parque a una oriunda madrileña dirigiéndose a su hija de corta edad: “give me the… patinete”. Y lo siguiente que les voy a contar no pudo oírlo Carlos V, porque Cervantes nació cuando él ya había muerto. Pero ustedes sí que me van a entender: estaba yo sentada la semana pasada en una terraza de la Acera de Recoletos, y oí que decía en la mesa de al lado una señora, sin duda presumiendo de nieto listo listo listo: pues mi Pelallito ya está leyendo el Quijote. Cuando su amiga le interrumpió aún más ufana: pues mi Rodriguito también lo está leyendo, pero en inglés…