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Esperanza Ortega

Las cosas como son

Noviembre y sus membrillos

Me pasé el fin de semana entre Lezama Lima y los membrillos. Una buena amiga con jardín me regaló tres bolsas repletas de membrillos y yo preparaba la Presentación de la Poesía Completa de Lezama Lima que ha publicado la Editorial Sexto piso. Así que, machacaditos entre la nieve azucarada, hirviendo lentamente hasta domeñar su fijeza y convertirse en oro fundido, el perfume de  los membrillos tejió una red protectora de beatitud en mi cocina, donde yo, mientras tanto, leía los versos de Lezama. Ya lo dijo el poeta: “De la inteligencia de la misa/ a los placeres de la mesa”. Y así me he salvado de pensar en Trump, que con seguridad prefiere el membrillo de plástico, en porciones. Además, a este botarate, todo sea dicho, ni muerta le regalaría ni una raspa de mi membrillo. Pero en otra columna hablaremos de Trump, no iba a dejar yo que me amargara un fin de semana tan dulce. Y sin embargo, a ese payaso maléfico de flequillo teñido le debemos el malestar que nos embarga desde que supimos de su increíble victoria: “Todo el mundo sabe que el barco hace aguas –tarareamos todavía en la cama, mientras oíamos la radio- Todo el mundo sabe que el capitán mintió/ Todo el mundo tiene ese sentimiento desgarrado…” Y es que la canción de Leonard Cohen parecía pintiparada para ocasión tan nefasta. Hasta el día siguiente, cuando nos enteramos de la muerte del propio Leonard Cohen. A él también le dedicaremos otra columna, una semana después de lo que corresponde, como su muerte misma, que sus familiares no anunciaron hasta que pasó casi una semana. Al menos –pienso yo- no habrá sido el rostro de Trump lo que haya visto antes de apagar el televisor para siempre. A Leonard Cohen sí que le hubiera regalado yo lo mejor de los membrillos, que es la jalea de almíbar. La jalea se hace con la piel y las pepitas, es decir, con todo lo que se tira a la basura. Con ese material de deshecho se obtiene la decantación del dulce áureo. Y me pregunto, acaso habrá membrillos en Cuba? ¡Cuánto le hubieran gustado a Lezama Lima, el Pantagruel de la poesía, el emperador del apetito desmedido, tan desmedidamente gordo que tuvieron que sacarle sentado en su sillón por una ventana para llevarlo al hospital en sus últimos días. ¡Qué imagen soberbia la suya, sentado sobre el aire de su amada isla, sobrevolando las nubes encima de su sillón, como Simbad sobre su alfombra! ¿Cómo iba él a desear otro viaje? Por eso Lezama Lima apenas salió nunca de la Habana. Allí le fue a ver Cortázar con su enorme melón, allí hubiera ido yo con mi membrillo más generoso, amarillo amarillo, este que tengo entre las manos, áspero como la voz de Leonard Cohen, aterciopelado como la voz de Leonard Cohen. “Borra las letras y después respíralas/ al amanecer cuando la luz te borra”, recomendaba Lezama para leer poesía. Y le obedezco, como no.  Al respirarlos compruebo que sus versos, hoy y jamás, huelen a dulce de membrillo. Lamo la cuchara de madera y sigo recitando al poeta del enemigo rumor: ”Sentado dentro de mi boca/ advierto a la muerte moviéndose…” A pesar de este movimiento incesante, a pesar de las noticias tristes y amenazadoras, Lezama era esto lo que admiraba en un poeta: “que durante el día no tenga pasado y que por la noche sea milenario, que le guste la granada que nunca ha probado y que le guste la guayaba que prueba todos los días”. Hubiera coincidido conmigo, sin ninguna duda: Noviembre y sus membrillos, ¡qué maravilla!

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Sobre el autor

Esperanza Ortega es escritora y profesora. Ha publicado poesía y narrativa, además de realizar antologías y estudios críticos, generalmente en el ámbito de la poesía clásica y contemporánea. Entre sus libros de poemas sobresalen “Mudanza” (1994), “Hilo solo” (Premio Gil de Biedma, 1995) y “Como si fuera una palabra” (2007). Su última obra poética se titula “Poema de las cinco estaciones” (2007), libro-objeto realizado en colaboración con los arquitectos Mansilla y Tuñón. Sin embargo, su último libro, “Las cosas como eran” (2009), pertenece al género de las memorias de infancia.Recibió el Premio Giner de los Ríos por su ensayo “El baúl volador” (1986) y el Premio Jauja de Cuentos por “El dueño de la Casa” (1994). También es autora de una biografía novelada del poeta “Garcilaso de la Vega” (2003) Ha traducido a poetas italianos como Humberto Saba y Atilio Bertolucci además de una versión del “Círculo de los lujuriosos” de La Divina Comedia de Dante (2008). Entre sus antologías y estudios de poesía española destacan los dedicados a la poesía del Siglo de Oro, Juan Ramón Jiménez y los poetas de la Generación del 27, con un interés especial por Francisco Pino, del que ha realizado numerosas antologías y estudios críticos. La última de estas antologías, titulada “Calamidad hermosa”, ha sido publicada este mismo año, con ocasión del Centenario del poeta.Perteneció al Consejo de Dirección de la revista de poesía “El signo del gorrión” y codirigió la colección Vuelapluma de Ed. Edilesa. Su obra poética aparece en numerosas antologías, entre las que destacan “Las ínsulas extrañas. Antología de la poesía en lengua española” (1950-2000) y “Poesía hispánica contemporánea”, ambas publicadas por Galaxia Gutemberg y Círculo de lectores. Actualmente es colaboradora habitual en la sección de opinión de El Norte de Castilla y publica en distintas revistas literarias.