>

Blogs

Esperanza Ortega

Las cosas como son

La poesía de Lezama Lima es buena para los pulmones

Escribo este artículo mientras tengo entre las manos un ejemplar de la Poesía completa de Lezama Lima, que acaba de publicar Sexto piso, en edición de César López. No me extraña que Sexto piso edite a Lezama Lima, pues la colección de poesía de esta editorial mexicana y española es una de las más exigentes y novedosas de la actualidad. Y Lezama se dirige siempre a un lector exigente –un lector macho, decía Cortázar- y refractario a lo manido y previsible. Hermoso en el continente, con un círculo deslumbrante de Kenneth Noland en la portada que nos atrae a abrirlo como un imán inevitable, la edición respeta hasta tal punto al poeta que su prefacio aparece como epílogo, al final del libro, para no inmiscuirse en la lectura entre autor y lector. Ninguna nota que interrumpa el discurso del verso, diáfano lo escrito en un papel y una tipografía que denota el respeto hacia el autor editado. Y leemos de nuevo a Lezama. ¿Cómo nos sonarán ahora sus sonetos y sus décimas fulgurantes, engarzados en esta nueva vida nuestra? , ¿seguirán sus imágenes hechizándonos con sus conjuros secretos en Enemigo rumor?, ¿volveremos a sentir su respiración en el oído mientras nos emocionamos leyendo Fragmentos a su imán? Acudimos al libro como lo haríamos a una cita con un viejo amigo, que no sabemos si vamos a reconocer o si él nos reconocerá a nosotros. Y le encontramos allí, en cada uno de sus versos, desde “La muerte de Narciso”, su primer poema publicado en 1937, hasta sus últimos poemas familiares, añadidos a la edición porque no habían aparecido en ninguno de sus libros. Y tras la primera lectura volvemos a sentir que despertamos de un sueño. Queremos continuar ese sueño, contárnoslo y contarlo, volver a penetrar con la palabra dentro de su recinto imaginario e  indecible. Y nos es imposible porque mientras intentamos pensarla y retenerla, su poesía, como el sueño, se borra de la memoria, desaparecen sus huellas y nos deja únicamente la certeza de haber recorrido con él un camino. Nunca se regresa a los poemas de Lezama, siempre se acude a ellos por primera vez. Quizá por eso ha sido tildado de hermético, cuando su poesía es abierta, desbordante y luminosa, opuesta a lo cerrado, a lo frío u oscuro.  Como un espigador, Lezama acude a  la playa y recoge la brisa marina que se respira en sus poemas, acumula también los excrementos que el océano  ha dejado en la arena y los convierte en oro puro. Es entonces cuando los poemas nos hablan y se echan a andar, sin posible explicación, sin ironía, con absoluta inocencia. Porque no hay poeta menos irónico que Lezama Lima, cuya sabiduría rebosante, tanto como su originalidad, no supuso nunca un lastre, sino la atalaya en la que se subía para ver lo que había más allá del horizonte -¿aquí mismo?- . Mientras los poetas europeos recibían la cultura como un cadáver del que tenían que desprenderse para avanzar, Lezama toma la cultura que en sus manos y en sus manos vuelve a ser barro de moldear. No necesita pinchar con un alfiler a la mariposa para estudiar el color y textura de sus alas, las mariposas de Lezama Lima sobrevuelan libremente y no hay persecución en su mirada porque sabe que el vuelo nunca las aparta de su órbita; ellas, como todo lo vivo, también son fragmentos atraídos por su imán. Por eso el poeta adánico se despierta diciendo cada día la primera palabra, peregrino inmóvil, sin necesidad de salir nunca de su isla y encarnando el tiempo indeciso de la hora del alba, cuando no se sabe si termina la noche o está comenzando un nuevo día. No quiero decir con esto que tenga su obra nada de surrealista, por mucho que nos sorprendan sus imágenes visionarias: la poesía de Lezama Lima es pura elaboración alquímica, en ella el gesto de escribir es siempre intencionado, lo más opuesto a la escritura automática de la vanguardia del surrealismo. Y  en el lector, ¿qué queda al acabar de leer el poema que le ha subyugado? Desde mi punto de vista, solo una sensación vivificadora y transcendente: he entrado por la puerta, he subido las escaleras, incluso me he asomado a sus ventanas, pero al salir al jardín, he bebido en la fuente las aguas del olvido.  Evocaba Lezama Lima en una entrevista a un lord inglés que escribía sus versos en papel de fumar. Se los fumaba con delectación,  tras haberlos escrito, y no quedaba de ellos más que humo y silencio. A mí, como lectora, me ocurre lo mismo con la poesía de Lezama. Me la fumo mientras la voy leyendo, incluso en los bares, en los trenes y otros lugares públicos. Sé que está feo confesarlo, pero les aseguro que siento cómo se ensanchan mis pulmones y respiro con más profundidad. Luego me miro en el espejo y tengo la certeza de que algo en mi interior ha resucitado.

Temas

Sobre el autor

Esperanza Ortega es escritora y profesora. Ha publicado poesía y narrativa, además de realizar antologías y estudios críticos, generalmente en el ámbito de la poesía clásica y contemporánea. Entre sus libros de poemas sobresalen “Mudanza” (1994), “Hilo solo” (Premio Gil de Biedma, 1995) y “Como si fuera una palabra” (2007). Su última obra poética se titula “Poema de las cinco estaciones” (2007), libro-objeto realizado en colaboración con los arquitectos Mansilla y Tuñón. Sin embargo, su último libro, “Las cosas como eran” (2009), pertenece al género de las memorias de infancia.Recibió el Premio Giner de los Ríos por su ensayo “El baúl volador” (1986) y el Premio Jauja de Cuentos por “El dueño de la Casa” (1994). También es autora de una biografía novelada del poeta “Garcilaso de la Vega” (2003) Ha traducido a poetas italianos como Humberto Saba y Atilio Bertolucci además de una versión del “Círculo de los lujuriosos” de La Divina Comedia de Dante (2008). Entre sus antologías y estudios de poesía española destacan los dedicados a la poesía del Siglo de Oro, Juan Ramón Jiménez y los poetas de la Generación del 27, con un interés especial por Francisco Pino, del que ha realizado numerosas antologías y estudios críticos. La última de estas antologías, titulada “Calamidad hermosa”, ha sido publicada este mismo año, con ocasión del Centenario del poeta.Perteneció al Consejo de Dirección de la revista de poesía “El signo del gorrión” y codirigió la colección Vuelapluma de Ed. Edilesa. Su obra poética aparece en numerosas antologías, entre las que destacan “Las ínsulas extrañas. Antología de la poesía en lengua española” (1950-2000) y “Poesía hispánica contemporánea”, ambas publicadas por Galaxia Gutemberg y Círculo de lectores. Actualmente es colaboradora habitual en la sección de opinión de El Norte de Castilla y publica en distintas revistas literarias.