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Esperanza Ortega

Las cosas como son

Juan Goytisolo, el exiliado de aquí y allí.

Ha muerto Juan Goytisolo. Leí “Señas de identidad” a los 19 años, la misma edad que tenía su autor cuando leyó el “Retrato de una artista adolescente” de Joyce. Lo dijo en un artículo que escribió el año pasado, que había leído esta novela en 1950. Tres años antes de que yo naciera, ya leía a Joyce Juan Goytisolo. Así que, cuando yo leí “Señas de identidad”, Juan Goytisolo era un joven novelista experimental. Ya estaba exiliado, aunque todavía buscara las señas de su identidad española que rechazaría más tarde, con ese resentimiento cernudiano tan típico de los que renuncian a lo que más aman. Juan Goytisolo ha muerto y será enterrado en Marruecos, donde vivía con su familia desde hace décadas. Y ha muerto al día siguiente de que tres energúmenos apuñalaran en el centro de Londres a todo el que encontraban en la calle. Juan Goytisolo era uno de los europeos que mejor conocía el mundo islámico, y venía advirtiendo desde hacía tiempo lo que iba a suceder si Occidente no cambiaba su política. En “El exiliado de aquí y allí” anunció de forma premonitoria que el terrorismo acabaría por ser un elemento más de nuestra vida cotidiana. Nos advertía, con la ironía que le caracterizaba, que un día todo hijo de vecino estaría en peligro, que todos habríamos de convivir con el miedo: “No estés donde no deberías estar. Ni en las terminales de aeropuerto de vuelos nacionales o a otros puntos de destino, ya sean comunitarios o al resto del mundo. Ni en las líneas de metro, trenes y autobuses, por muy seguras que te parezcan. Ni en cafés, discotecas y otros locales de esparcimiento nocturno. Ni en oficinas, talleres, fábricas y demás lugares de trabajo. Tampoco en edificios administrativos, bancos y hospitales habitualmente atestados. Ni en estadios, conciertos raperos ni sitios incluidos por las agencias de viaje en sus circuitos turísticos. Las horas punta y los atascos urbanos son particularmente peligrosos. Como los ascensores, rascacielos, grandes almacenes y aparcamientos subterráneos. Sobre todo, no te quedes en casa a hojear los periódicos, seguir la tele o follar con tu cónyuge. Éste será siempre nuestro objetivo estratégico primordial”. El más anti-nacionalista de los escritores, odiaba al ISIS, lo odiaba y lo entendía, como un doctor sabe por qué la pus emana de una herida profunda, tan profunda que quizá sea ya imposible limpiar su centro infectado. Juan Goytisolo lo venía advirtiendo en cada uno de los artículos de prensa. Pero nadie se dio por enterado. En el discurso del aceptación del Premio Cervantes, tras declararse de nacionalidad cervantina, arremetió contra las concertinas que impiden la entrada a los refugiados, igual que lo hubiera hecho Don Quijote, sin que le temblara voz, como el que sabe que no se ha equivocado de bando. Y al final de este mismo discurso, el más desencantado de los escritores españoles se animó a declarar su indignación, que compartía con el manco de Lepanto : “¡Digamos bien alto que podemos! Los contaminados por nuestro primer escritor no nos resignamos a la injusticia.” Juan Goytisolo ya se ha exiliado para siempre, igual que Cervantes hace cinco siglos. En su allí, al encontrarse, se habrán sonreído, a los dos les gustaba regocijar a las musas, aunque Cervantes fuera más amable. Juan Goytisolo siempre tuvo algo de renegado, de apátrida. Y sin embargo, mientras leo ahora “Señas de identidad”, siento que me habla una lengua vecina, cercana, familiar. Que me habla en silencio, sin labios, como hablan las palabras de los libros.

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Sobre el autor

Esperanza Ortega es escritora y profesora. Ha publicado poesía y narrativa, además de realizar antologías y estudios críticos, generalmente en el ámbito de la poesía clásica y contemporánea. Entre sus libros de poemas sobresalen “Mudanza” (1994), “Hilo solo” (Premio Gil de Biedma, 1995) y “Como si fuera una palabra” (2007). Su última obra poética se titula “Poema de las cinco estaciones” (2007), libro-objeto realizado en colaboración con los arquitectos Mansilla y Tuñón. Sin embargo, su último libro, “Las cosas como eran” (2009), pertenece al género de las memorias de infancia.Recibió el Premio Giner de los Ríos por su ensayo “El baúl volador” (1986) y el Premio Jauja de Cuentos por “El dueño de la Casa” (1994). También es autora de una biografía novelada del poeta “Garcilaso de la Vega” (2003) Ha traducido a poetas italianos como Humberto Saba y Atilio Bertolucci además de una versión del “Círculo de los lujuriosos” de La Divina Comedia de Dante (2008). Entre sus antologías y estudios de poesía española destacan los dedicados a la poesía del Siglo de Oro, Juan Ramón Jiménez y los poetas de la Generación del 27, con un interés especial por Francisco Pino, del que ha realizado numerosas antologías y estudios críticos. La última de estas antologías, titulada “Calamidad hermosa”, ha sido publicada este mismo año, con ocasión del Centenario del poeta.Perteneció al Consejo de Dirección de la revista de poesía “El signo del gorrión” y codirigió la colección Vuelapluma de Ed. Edilesa. Su obra poética aparece en numerosas antologías, entre las que destacan “Las ínsulas extrañas. Antología de la poesía en lengua española” (1950-2000) y “Poesía hispánica contemporánea”, ambas publicadas por Galaxia Gutemberg y Círculo de lectores. Actualmente es colaboradora habitual en la sección de opinión de El Norte de Castilla y publica en distintas revistas literarias.