Un mayordomo atraviesa Inglaterra en un Ford prestado. Su destino es la pequeña ciudad donde vive su antiguo amor secreto, una doncella que había servido en la misma casa que él hace muchos años. Pero cuando llega se da cuenta de que ya perdió hace tiempo su ocasión de ser feliz o desgraciado, por una mezcla de cobardía y sentido de la responsabilidad. Lo que les cuento es el argumento de“El resto del día”, la novela de Kazuo Ishiguro, el Premio Nobel de Literatura, que fue concedido esta misma semana, pero al que hemos prestado tan poca atención los lectores españoles, prendidos como estábamos a las ramas del árbol del independentismo catalán. ¿Qué es lo que queda de esta semana si quitamos esa noticia? ¿Es que ha sucedido algo interesante, que hubiera merecido nuestra atención? Pues parece que sí. Ha habido noticias chocantes como la retirada de la Medalla de Oro a Franco nada menos que por parte del Ayuntamiento de Burgos, la ciudad donde el Dictador estableció su cuartel general cuando todavía no había rematado nuestra Guerra Civil. Y mientras en Burgos se dedicaban a limpiar esa página de su historia, en el puerto de Bilbao la delegación del Gobierno ordenaba levantar un muro de cuatro metros de hormigón para impedir que emigrantes albaneses se colaran en los ferrys que viajan al Reino Unido. ¿Acaso Rajoy quiere emular así a Trump, su ejemplo y mentor? Todo podría ser. Aunque a Rajoy debería preocuparle más otro tema que no por repetido es menos actual. Me refiero a la corrupción que sigue persiguiendo a su partido. Comenzaba la semana con la reapertura de la investigación sobre Rato por los delitos de blanqueo, y continuaba con el juicio en Valencia del ex -piloto de motociclismo Jorge Martínez, al que se acusa de haber dilapidado el dinero del contribuyente cuando organizaba las carreras de Fórmula 1 en Valencia, intentando hacer realidad el sueño de Francisco Camps, el amiguito del alma del Presidente del gobierno español. Pero el último round en este combate entre el PP y la corrupción lo protagonizan nuevamente los imputados de la trama Gürtell, desde la ministra Ana Mato hasta Bárcenas y Correa, que desde el lunes ya tienen petición de condenas en firme. Sin embargo, nada de esto hubiera merecido nuestra atención si hubiéramos seguido leyendo. De hacerlo, nos hubiéramos encontrado de nuevo con la gran masacre de los rohinya, que nos sigue asaltando desde finales de agosto cuando buscamos otras noticias en las páginas del periódico: el lunes aparecieron los cadáveres de diez niños a orillas del río Naf, en la frontera entre Bangladesh y Birmania. ¿Algo que comentar? Silencio impenetrable. Y entre desgracia y desgracia, se concede el Premio Nobel de Economía a Richard H.Thaler, un norteamericano de rostro abotargado que estudia la relación entre el ahorro y la psicología. ¿El inversor se rige únicamente por razones lógicas o le influyen las emociones a la hora de elegir dónde colocar su dinero? ¡Qué gran dilema! Debe de haber alguien que considere interesantísimas sus investigaciones. A mí solo se me ocurre, al ver el ejemplo de las grandes empresas asentadas hasta ayer mismo en Cataluña, que el dinero, como sospechaba, entiende poco de emociones independentistas. Pero volvemos al tema único, a la gran seducción informativa, sin darnos cuenta de que la vida está en lo que sucede fuera de nuestras estrechas fronteras emocionales, en ese vasto territorio que es el resto del mudo.