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EL PCE, 40 AÑOS DESPUÉS

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Había sido la principal oposición, por no decir la única, al régimen. El Partido con mayúsculas era el comunista. Durante el franquismo, junto a la masonería, esa formación política encarnaba todos los males. Se repetía hasta la saciedad que el Caudillo y la Providencia, que, por supuesto, iban juntos, nos habían librado de caer en sus garras. Es muy amplia la bibliografía que existe sobre la historia del PCE, al tiempo que no estaríamos hablando, en esencia, del mismo partido, según el momento histórico que se aborde. En cualquier caso, como oposición al franquismo, la historia del partido político que nos ocupa fue omnipresente y está plagada de heroísmo y coraje.

Pero vayamos al momento en el que fue legalizado el PCE, a aquel Sábado Santo de 1977. Aquello sorprendió al país, no tanto el hecho mismo de la legalización, sino más bien el cuándo, en plenas vacaciones. Por un lado, Santiago Carrillo venía dando muestras de una moderación incontestable desde aquella detención más o menos pactada, con la peluca como apéndice estético a anotar. Su discurso distaba mucho de ser prosoviético, ni tampoco revolucionario.

Lo cierto fue que aquella legalización no dejó de levantar sarpullidos por partida doble. De un lado, por parte de los entonces llamados «poderes fácticos». De hecho, ahí estuvo la dimisión del entonces ministro de Marina, así como un comunicado de la plana mayor del Ejército en el que se habló de «repulsa» por semejante medida gubernamental. Y, por otra parte, las concesiones que hizo Carrillo, aceptando la Monarquía y fotografiándose con la bandera oficial, obligó a tragar mucha saliva a la militancia del partido.

Carrillo y Suárez, Suárez y Carrillo, que se habían entendido entre el humo de los continuos cigarrillos que se fumaron en sus encuentros. Un líder histórico del PCE pactando con un político de orígenes azules. Un exministro del Movimiento, legalizando al PCE. Se diría que se rompían tabúes y clichés, que, en este país, lo que parecía imposible meses atrás, se tornaba posible.

Pocos meses después, en junio del 77, se celebraron las primeras elecciones democráticas, a las que, por cierto, no pudieron concurrir los partidos republicanos. Y los resultados para el PCE no fueron, ni mucho menos, los esperados. Un PSOE, casi ausente, durante la dictadura como oposición al franquismo, obtenía un número de escaños muy superior al PCE. La lucha contra el franquismo y la teórica adaptación a los nuevos tiempos, eurocomunismo incluido, no fueron aval suficiente para que el país pusiese a este partido a la cabeza de la izquierda en España. Poco tiempo después vendrían las escisiones, las rupturas, las crisis. El partido quehabía sido todo un modelo de cohesión y de disciplina interna se convertía en todo lo contrario.

Está por escribir la historia de la militancia comunista que no tardó decantarse por el PSOE que los recibió con los brazos abiertos, o por el desencanto, según los casos. En todo caso, es indudable que la lucha del PCE contra el franquismo no tuvo su compensación en votos, que el Partido con mayúsculas quedaría siempre por debajo del PSOE, y así, desde 1977, fue de crisis en crisis, hasta hoy, que parece que se convertirá en marca blanca de Podemos. Y ello, tras serlo del PSOE en Asturias y en Andalucía, desde que Anguita abandonó la primera línea política.

Alguien escribió recientemente sobre el particular lamentando el desperdicio de tanta lucha. ¿Qué se hizo de ella?

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