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Los pilares de Birigay

No he sido nunca un gran defensor de Luis Birigay (se defiende muy bien solo), ni soy su amigo, ni le debo nada (mucho menos él a mí). Pero un aficionado como yo, que ha perdido y ha ganado muchas horas de su vida en el baloncesto, reconoce cierta admiración y todo el respeto por un tipo como Birigay.
Más en estos momentos, en los que muchos de aquellos que tuvieron que doblar la rodilla ante él y sus equipos se frotan las manos con su salida del primer equipo del Campus Promete, esos que disfrutan de forma patética y visión estrecha, mezquina y ruin del triunfo propio en el fracaso ajeno. Esos que, cuando comenzó, hace ya muchos años, ese proyecto nuevo llamado Las Gaunas lo veían como un loco más que se metía en un berenjenal del que sólo podía salir un club simpático y poco peligroso.
Pero ese recién nacido gracioso y sin fuerza aparente se fue transformando en un rival incómodo, y acabó convertido en un gigante dominante que impuso su dictadura en todas las categorías del baloncesto femenino durante mucho tiempo -salvo alguna excepción convertida en pequeña aldea gala ante el imperio romano, ¿verdad Nacho?-, con Luis como cabeza visible y receptor de muchos amores, y numerosos desafectos y malquerencias.
“La diferencia está en que nosotros entrenamos más”, decía entonces. Pero la diferencia no sólo radicaba en el tiempo, también en la calidad del tiempo empleado. He sufrido a sus equipos como jugador, entrenador, y he disfrutado de algunos entrenamientos a su lado y de muchos partidos como aficionado. Ante sistemas encorsetados, él planteaba el baloncesto como juego de inteligencia en las que los propios jugadores (tanto en categoría masculina como femenina) buscaban las soluciones. Él entrenaba situaciones de juego y aportaba recursos, pero apostaba por gente inteligente. No hacía falta que fueran los más altos o los más fuertes (aunque en más de una ocasión lo eran). Trabajaba la disociación de brazos y piernas, eso que sonaba raro para muchos y hasta pedante, que llevaba su tiempo que diera sus frutos y que, en ocasiones, tenía un objetivo más a largo plazo que ya escapaba de sus propios dominios.
Es carismático y con un discurso directo que cala en sus pupilos. Duro pero claro y sin esquinas en las que esconderse, era capaz de restar tensión en un momento clave del partido con una frase graciosa o un comentario a alguna jugadora, para desbloquear y después fijar ideas y soluciones.
No creo que haya sido Birigay el típico que se ha arrimado al sol que más calienta, ni que haya bailado el agua a aquellos que mandan, y considero que no es precisamente alguien al que le importe carecer de mano izquierda en algunas situaciones.
Pero es un gran entrenador. Siempre creí que, si había un proyecto femenino importante en La Rioja, él era el más capacitado para liderarlo. Así ha sido. No creo que su salida sea un fracaso pero, desde mi punto de vista, sí que ha habido ciertos errores de planificación que han acabado por arrastrarle.
Era loable mantener un grupo que había respondido en Liga Femenina 2 para afrontar el reto del estreno en la máxima categoría. Sin embargo, se ha demostrado que no bastaba con esto; que quizás los refuerzos que han ido aterrizando en Logroño debían haber llegado a principio de temporada y no con la competición bien comenzada y el equipo inmerso en una dinámica negativa (tampoco ha ayudado el bajo rendimiento de los fichajes de principio de temporada, que debían ser muy importantes en el duro comienzo que se esperaba, o los problemas físicos que llevaron a dar la baja a Patricia Argüello, otra jugadora llamada a llevar el mando del equipo); que la necesidad de un juego interior potente con el que no se contaba era evidente desde un principio; que la idea de juego inteligente requería de más mimbres y que, al no contar con ellos, se debía haber tenido algunos recursos tácticos más esquematizados y rígidos,…
Con todo esto, en los que algo habrá tenido que ver Birigay -para bien y para mal-, hay que reconocer los méritos de Luis, En este proyecto que es el Campus Promete, al que yo veo en dos o tres años siendo un equipo importante en la Liga Femenina si se sigue apostando de esta manera por él, incorporando gente tan válida como Salva Díez o el propio Andreu Bou (valorar a Birigay no quiere decir que el recién llegado no sea una gran incorporación) que profesionalicen más una estructura aún por estabilizar, el poso dejado por este técnico tendrá que ser estimado y apreciado como uno de los artífices de los pilares que asientan la base sólida del que no parece ser un gigante con pies de barro.

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El baloncesto visto desde el punto de vista del aficionado

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