La expresión popular > denota una concepción del hecho artístico como algo escindido de la realidad material, como si el espíritu pudiera solo alimentarse de letras, colores y sonidos, y sonidos, colores y letras se generasen de la nada: > no significa otra cosa que sin cobrar un euro. La crisis ha acentuado la precariedad de quienes se dedican a las artes hasta extremos famélicos. Ahora son las escuelas municipales de música —la pucelana Mariano de las Heras es un caso que cumple todos los tristes requisitos de la catástrofe— las que cierran a ritmo de plaga. Las cuotas de los alumnos no bastan para cubrir los ya de por sí escasos sueldos de los profesores y entonces la tijera.

Alguien dijo que la música es una manera egregia de perder el tiempo, y tenía razón, solo que el hombre no es otra cosa que un ser que se dedica a perder el tiempo; el problema está en elegir en qué lo perdemos. La única utilidad del arte, si es que de utilidad puede hablarse, es la de deleitar, apretar el corazón de una manera inesperada cuya última clave siempre se nos escapa, y en este sentido la música puede considerarse el paradigma de todas las artes, el arte más arte, el menos tangible: y por tanto el más fácil de suprimir. Si el problema es entre cerrar un centro municipal de música o cerrar un hospital, uno prefiere antes que se cierre el centro. Pero el cerrar el centro de música conlleva inevitablemente que otras disciplinas se acerquen a la línea de cierre. ¿Qué necesidad hay de aprender historia, si cualquiera puede consultar la wikipedia? ¿Y de aprender ortografía, si al fin y al cabo uno al final se hace entender? Y no solo las humanidades peligran: todo teléfono móvil hace operaciones matemáticas. ¿Para qué enseñar a dividir o a radicar? A este paso la educación se va a convertir en una mercancía más: algo que recibirá quien se la pueda costear, como ya estamos viendo en el ciclo universitario.

(El Norte de Castilla, 25/4/2013)