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Eduardo Roldán

ENFASEREM

Jazz brumoso

Pero hermoso But beautiful—, compuesto por Jimmy Van Heusen (música) y Johnny Burke (letra), es un tema de los años cuarenta que con el tiempo se ha convertido en uno de esos socorridos salvavidas al que todo músico de jazz recurre alguna vez, especialmente cuando hay que solventar la casi siempre fastidiosa tarea de tener que salir de nuevo a tocar el bis; y al que también recurrió Geoff Dyer para intitular el primero de sus >, allá en el año 91. Casi un cuarto de siglo más tarde llega la edición española, algo difícilmente comprensible siquiera desde un punto de vista estrictamente comercial, pues el libro tuvo entonces una espectacular acogida que le reportó, entre otros, el premio Somerset Maugham (y ventas acordes).

Pero hermoso se divide en dos partes bien definidas; la primera ocupa el ochenta por ciento de las páginas del volumen y la constituye una galería de siete viñetas que novelan ciertos momentos o periodos de la vida de otros tantos músicos; una viñeta octava, que protagonizan Duke Ellington y Harry Carney, se intercala entre las otras a la vez como motivo musical unificador y como paréntesis de descanso/reflexión, para que el lector pueda procesar mejor lo recién leído y se prepare para lo que viene. Ni que decir tiene que todos los elegidos —salvo la pareja-descanso— no lo han sido solo por la calidad de su música sino por el potencial dramático de sus personas. Tenemos al oscuro excéntrico (Thelonious Monk); tenemos al Pantagruel iracundo (Charles Mingus); tenemos al poeta egoísta (Chet Baker); tenemos al ninguneado narciso (Art Pepper); al solitario alcohólico, al vagabundo en tierra extraña, al loco a la fuerza. Todos, por supuesto, víctimas más o menos frontales del Sistema, >. Así que el drama deviene en melodrama, y la melancolía de las historias a ratos se siente forzada. Dyer no obstante posee una imaginación poética innegable; sobre Monk: >; sobre Pepper: >. Y también, una rara habilidad para introducir su voz de narrador dentro de la cabeza del personaje, consiguiendo que sus pensamientos pasen por pensamientos de este.

La segunda parte es un epílogo —Tradición, influencia e innovación— de apenas treinta páginas donde el Dyer narrador cede el paso al Dyer ensayista. Con todas las salvedades de tono que se le puedan poner a las viñetas de la primera parte, esta segunda es mucho más discutible. Quizá por ello casi nadie alude a ella, como si no formara parte del libro. Aquí pueden leerse afirmaciones con tendencia al maximalismo confuso: Keith Jarrett] afecta al tiempo como una nevada afecta al sonido: sustituye lo que antes se notaba con una ausencia mucho más patente que lo que normalmente se percibe como presente>>, o a la cómoda simplificación, como que Wynton Marsalis suena a Miles. Hay otras afirmaciones incomprensibles, así el decir que la biografía de Mingus, Menos que un perro, es > (yo he debido de leer un libro distinto al del señor Dyer), y omisiones imperdonables: en este sentido, ni siquiera menciona, y es sin duda una omisión voluntaria, Una vida ejemplar, las memorias de Art Pepper que son uno de los libros más emotivos que jamás se hayan escrito sobre música. Dedica varias páginas a tratar el free jazz, pero a Ornette Coleman, fundador del movimiento, apenas si lo alude de pasada y entre paréntesis, páginas más tarde, para decir que se empapó del blues que había escuchado de niño en su Texas natal. Resumiendo, lo mejor de esta segunda parte son las citas ajenas y la discografía complementaria que viene al final, a modo de coda.

Se ha repetido con insistencia que no es necesario ser un aficionado al jazz para disfrutar de Pero hermoso. No es eso. Es más bien que los no aficionados lo van a disfrutar más.

(La sombra del ciprés, 5/4/2014)

@enfaserem

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Columnas, reseñas, apuntes a vuelamáquina... El autor cree en el derecho al silencio y al sueño profundo.


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