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Eduardo Roldán

ENFASEREM

Nanaya

Parece que por fin se ha encontrado la brújula definitiva con la que recorrer el siempre proceloso territorio sentimental sin peligro de extraviarse. No se trata de un best-seller de psicología de aeropuerto ni de la última web de contactos patrocinada por Durex, nada de charlatanería aquí: se trata de un programa de algoritmos creado por un ingeniero de la NASA, y no ha habido revista de ciencia de renombre que no se haya hecho eco del invento. Tras formular una batería de preguntas tan numerosas como rápidas de responder, el programa Nanaya regurgita un gráfico con las probabilidades que tiene el encuestado de encontrar el amor en función del objetivo a alcanzar y el método a seguir. Todo dato influye, desde la nómina mensual —el que la tenga— hasta el color del pelo —también el que lo tenga—, desde el equipo de béisbol de la infancia hasta la marca de calzoncillos de la adultez.

No es de extrañar el éxito exponencial que se le augura a Nanaya. Vivimos en una sociedad que ha elevado la información a la categoría de dios. Tenemos una necesidad obsesiva de información, que corre paralela a la necesidad de seguridad y de abolir tanta incertidumbre como nos sea posible. Es decir: queremos que el programa nos evite el riesgo de tener que elegir, y así, si al final la relación asignada no cuaja, no tendremos que cargar con ninguna responsabilidad, ningún reproche podremos hacernos. Qué importa sacrificar un poco de libertad, que no sintamos la cosquilla de la sorpresa si tenemos la certeza de haber agotado la estadística, aun habiéndonos quedado al final en el sector del error. Porque las probabilidades nunca son completas, que ya dijo Einstein que, en teoría, la teoría y la práctica son lo mismo, pero en la práctica no lo son.

Gracias a internet y las redes sociales hemos dejado de tener personalidad para pasar a tener perfil, que es algo mucho más fácil de conectar y sobre todo mucho más claro, más manejable y limpio. No otra cosa quiere decir realidad virtual: el hacernos una realidad a medida, que nos encaje en el perfil sin dejar saliente ni una arista, mucho menos un rizo. Una realidad carente de sombras, cuando es la sombra la que, por contraste, permite captar la luz en toda su plenitud. Al paso que vamos, el último será el que predijo Huxley en su feliz novela, un mundo donde el determinismo genético elimine toda posibilidad de zozobra y de fricción. Cierto: aún hay tiempo de rectificar. El ingeniero de la NASA puede que sepa valorar lo que ocurre en las misiones espaciales a Marte, pero por fortuna los algoritmos que maneja no alcanzan todavía a descrifrar lo que ocurre dentro de su pecho. Y es que lo que tenemos más a mano es siempre el mayor misterio. Uno sobre todo siente que Freud no haya vivido para ver en qué ha quedado el animal simbólico. Iban a ser unas risas, sus escritos.

(El Norte de Castilla, 29/1/2015)

@enfaserem

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Sobre el autor

Columnas, reseñas, apuntes a vuelamáquina... El autor cree en el derecho al silencio y al sueño profundo.


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