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Jaime Rojas

La canaleja, crónica social de Segovia

Asuntos incomprensibles

Harto de leer tanto y de tan asqueroso contenido sobre la llamada corrupción que más bien es depravación, me entrego a una revista de gastronomía que cayó hace unos días en mis manos por casualidad y de cuyo nombre quisiera acordarme, pero no me acuerdo. Ya lo siento, pero eso me pasa por no anotarlo en el cacharro este en el que ya se ha convertido mi teléfono, que como aguante un poco más llegará a ser un incunable tecnológico. Hojeaba esa revista y que quieren que les diga, era más difícil de entender que la física cuántica o que para mi suegra el fuera de juego del fútbol; algunos artículos eran un compendio de lenguaje de lugares comunes de la alta cocina, aderezado con una sintaxis imposible y un contenido ininteligible. Un disparate, que acredita que o en los fogones y sobre todo en las cartas se vuelve a la sencillez o algunos establecimientos tienen menos futuro que yo, precisamente, como cocinero.
Mientras trataba de concentrarme y entender algo, aunque fuera mínimo, se me iba el pensamiento a otros asuntos incomprensibles que jalonan esta tierra nuestra. Iba de lo grande a lo pequeño, del país al terruño, para intentar analizar algunas cosas que se me escapan. De lo general de Bárcenas y sus beneficiarios o Urdangarín y la indefensión que alega, a lo concreto de aquí, con los líos de lo que queda de Caja Segovia, de Segovia 21 o del rifirrafe entre los socialistas de la ciudad, pocos y al parecer mal avenidos.
Descartado ahondar en los dos primeros asuntos, por intentar la búsqueda de emociones nuevas, me detuve en el tercero, en la bronca en la agrupación local del PSOE en Segovia. Parece lo más flojo, lo que despierta menos interés, pero hecha una reflexión se puede definir como una fantástica recopilación de todos los males que nos aquejan. Les cuento. En los albores del verano pasado convocaron unas elecciones para designar un secretario general de su organización. Y miren qué mala suerte que hubo dos candidaturas, cuando lo normal es que los partidos políticos lo sustancien todo con el pensamiento y la lista única. El infortunio continuó cebándose con los socialistas capitalinos y en la asamblea en la que se votaba se produjo un hecho inédito: una igualada a poco más de medio centenar de sufragios cada uno.
Los candidatos resolvieron la incómoda situación –ya es mala pata, un empate, debieron pensar– con un reparto de responsabilidades: uno secretario y otro presidente. Sonrientes lo anunciaron , aunque sabedores de que ese matrimonio, como todos los de conveniencia, suele ser un ardid para salir del paso. Y así fue; seis meses más tarde año nuevo, vida nueva y casamiento roto.
Hasta aquí pueden pensar que es un cúmulo de cosas de suerte esquiva, que cualquier relación puede romperse y más cuando no hay amor entre los contrayentes, como es el caso. Pero en esto hay algo más, hay unas actitudes inexplicables como cambiar la cerradura de la sede o las claves de acceso a la lista de afiliados, que en un matrimonio es como echar el cerrojo por dentro y tapar la mirilla de la puerta o modificar el número de la tarjeta de crédito. Tretas, que vienen de una de las partes y que abocan al contencioso en este divorcio anunciado.
Unas nuevas elecciones tratarán de arreglar el asunto, pero mucho me temo que, como en la revista gastronómica de la que les hablaba, el lenguaje, la sintaxis y el contenido de este asunto son incomprensibles. Y como en los restaurantes entregados a lo complicado o cambian los nombres de la carta hacia algo más sencillo o se quedan sin clientes, en este caso votantes.

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Sobre el autor

Jaime Rojas, delegado de El Norte de Castilla en Segovia, nos contará, todos los domingos, la crónica social de Segovia, capital y provincia.


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