>

Blogs

Jaime Rojas

La canaleja, crónica social de Segovia

Paseante, no hay paseo

De vez en cuando sufrimos golpes inesperados que nos afectan a la bendita cabeza. Nos da por cambiar de hábitos de forma estrepitosa, sin encomendarnos ni a la más mínima ley de la prudencia. A mí me ha pasado en los últimos tiempos y he abrazado sin reparo la teoría del ejercicio físico. Y todo sin pasar por un término medio, que de sedentario irredento he dado en cuasiobsesionado por mover las piernas. Un disparate, si se tiene en cuenta que todos los excesos son poco recomendables y que los cambios bruscos y extremos no conducen a nada bueno.
Pues ahora –y perdonen que les cuente mi vida, algo que dicen mis hijas practico mucho con desconocidos, lo que provoca siempre su guasa– me ha dado por pasear a primerísima hora de la mañana por la deliciosa Alameda del Parral y su entorno. Allí me encuentro con las mismas caras casi siempre y como relojes están los primeros mis amigos Machín o Pepe Niza o el otro Pepe, el de la Matita, o Alberto, del José María. Ellos corren, preparados y con todo lujo de detalles en la indumentaria; yo, no, que tampoco hay que sobreactuar. Un pescador con bigote es también habitual del amanecer; bien pertrechado, de verde como mandan los cánones, cambia de posición supongo que buscando el sitio adecuado, que en este asunto de los peces uno entiende más bien poco.
Cuando voy algo más tarde, aquello ya empieza a poblarse. Mamás y papás que han dejado a los niños en el cole son los pobladores de las nueve de la mañana y entre ellos mi amigo Dani, el de la tele local. Después de esa hora ya no he experimentado, pero presumo que los andarines cambian, como lo hacen el fin de semana. Ya saben que esta es una ciudad partida en dos, primero por el Acueducto y, también, por el perfil de los transeúntes: a diario los nativos y en festivos, los turistas, esos tipos que criticamos cuando vienen aquí pero en los que, obviamente, nos convertimos cuando traspasamos la raya segoviana.
Pues partida, como les digo que ocurre doblemente con la ciudad, está también la extraordinaria zona de la alameda y aledaños, ese cinturón verde que discurre por la ribera del Eresma. El paseo que, como bien conocen, recorrió Machado para cantarlo en los versos que están reflejados en el puente que conduce al edén segoviano: En Segovia, una tarde, de paseo,/por la alameda que el Eresma baña,/para leer mi Biblia/ eché mano al estuche de las gafas/  en busca de ese andamio de mis ojos,/mi volado balcón de la mirada.
Seguro que ahora si Don Antonio lo viera buscaría otro lugar de inspiración, salvo que hubiera querido describir un paisaje después de la batalla. Sus gafas, su balcón de la mirada, se tambalearían entre tanto bache, tanta arena desplazada y tanta rama que impide al río discurrir con fluidez. La riada del mes pasado así lo ha querido, sobre todo  entre el puente de la Moneda y la pradera de San Marcos. Un kilómetro que más parece zona de guerra que de ocio. Un montón de euros tienen la culpa para que aquello vuelva a ser lugar en el que segoviano que va, segoviano que se engancha. Un sitio al que hoy Don Antonio le hubiera dedicado un paseante, no hay paseo, se hace paseo con no sé cuantos miles de euros que cuesta arreglar el desaguisado de la naturaleza y de quienes han de vigilarla.

Temas

Sobre el autor

Jaime Rojas, delegado de El Norte de Castilla en Segovia, nos contará, todos los domingos, la crónica social de Segovia, capital y provincia.


abril 2014
MTWTFSS
 123456
78910111213
14151617181920
21222324252627
282930