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Jaime Rojas

La canaleja, crónica social de Segovia

El feroz sentido del humor

Guardo, sin orden alguno, cosas. La mayoría carecen de valor; no son más que pequeñeces, seguro que recuerdos tontos, pero importantes para mí. Fotos, anotaciones y hasta un maletín de madera de las espantosas clases de Pretecnología, una asignatura que supongo equivale a trabajos manuales o como se llame ahora. Libros, por supuesto, y hasta un detalle, un objeto inclasificable de madera, que me regaló hace ya unos cuantos –muchos– años quien sufrió mi primera entrevista publicada en esta mi vieja casa que es el periódico.
En esta abundancia de trastos varios, que cada vez son menos, he rescatado estos días cinco ejemplares de una revista que a ustedes, segovianos informados, les sonará: ‘El cochinillo feroz’. Están fechadas entre 2004 y 2005, hace diez años. Reparé en ellas y no dudé en hojearlas, justo cuando acaba de fallecer uno de sus cocineros principales, el transgresor Moncho Alpuente. Casualidad, sí, pero así fue.
Son de las postreras, de su séptimo y último año. No aguantó más, a pesar de la sonrisa que extraía de casi todos. Desconozco los motivos de su cierre, aunque supongo que en el tiempo que colgaron en los quioscos no hicieron muchos amigos. Creo que lo contrario. La sátira nunca ha sido del agrado del poder, aunque sea en época de bonanza, como era el caso. Y esa pudo ser una de las causas. Sea lo que fuere, visto con perspectiva y con el paso de los años, la publicación se anticipó en varias ocasiones a lo que nos iba a caer encima.
De los nombres de las secciones al lema de la cabecera –‘La revista de los segovianos intrépidos’– todo es un disparate. Divertido, claro, con el asador y el ofensor del lector, que son absurdas cartas de ciudadanos. O el suplemento cultural ‘El torrezno metafísico’ o las páginas bajo el epígrafe ‘No te clero’, que pueden imaginar ustedes a qué institución encamina sus dardos de humor. O ‘La Junta no te ajunta’, algo inédito en esta comunidad tan poco dada a reirse de sus administradores o ‘El cerdo que ríe (humor en porciones)’, una mezcla irreverente de fotos trucadas y textos inverosímiles. Todo un dechado de desatinos, que animaban cada mes los años ‘vivalavirgen’ de principios de siglo, esos en los que éramos millonarios y los mejores del mundo mundial, acuérdense.
Ahora, con menos sentido del humor que entonces, ya sea por la crisis o por la mala leche generalizada que provoca perderlo todo –la consecuencia es la misma– es complicado que triunfe una revista de este tipo. Sus contenidos incordian y sus lectores cada vez son menos, porque disminuye el número de segovianos intrépidos a los que se dirigía, según les decía que rezaba la cabecera. Ahora somos más prudentes, no vaya a ser que venga y nos asuste un Montoro como el auténtico, a la sazón ministro, que asegura no estar para dar cariño.
Y me gustaría y seguro que a alguno de ustedes también, saber qué opinaría el cochinillo de las cosas y casos de nuestra Segovia de ahora; me encantaría conocer contra quien lanzaría su ferocidad, la que le daba título y cobertura. Apuesto que los políticos municipales llenarían muchas páginas. Pero habremos de conformarnos con releer lo de entonces y esperar que eso nos ayude a recuperar el sentido del humor, ese que no entra en los cinco clásicos pero que debería ser el más feroz.

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Sobre el autor

Jaime Rojas, delegado de El Norte de Castilla en Segovia, nos contará, todos los domingos, la crónica social de Segovia, capital y provincia.


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