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Jaime Rojas

La canaleja, crónica social de Segovia

Las puertas de los segovianos

Ser de Segovia te abre muchas puertas. Quien esto dice lo ha probado en sus carnes durante años, en los que ha vendido caramelos por medio mundo. Su nombre es Onésimo Migueláñez y, después de afirmarlo en una entrevista en este diario, lo ratificó hace unos días en la entrega de premios anuales de la patronal segoviana para subidón de autoestima de los segovianos presentes y cara de envidia de los que estaban allí pero carecían de la etiqueta de la tierra.
Onésimo subió al escenario durante la ceremonia en la que era uno de los distinguidos y lo repitió con un convencimiento tan dulce como los productos que vende. Pero sin empalagar. Para argumentarlo, días antes en la entrevista que les decía que publicó este periódico, aseguraba que «somos gente seria» a la que en su momento les sobraban los contratos y les bastaba «con un apretón de manos». Con esto, más satisfacción aún que sube por las venas de los segovianos, aunque me temo, amigo, que ya escasean esos acuerdos verbales y de palabra, porque estamos en tiempos de guerras sin honor.
Pero es bueno recordarlo, sobre todo en las fiestas patronales de la ciudad, esas que aburren al más animoso y que mañana celebran el día grande; por cierto, una jornada que tiene apegado el absurdo de que al día siguiente es laborable, por lo que la jarana está alicortada. Es lo que tenemos y, quizá, queremos, para distinguirnos de otras capitales cercanas que se han echado en brazos de fiestas algo paletas. Dios no permita que nos asilvestremos como esa pobre gente con sus charangas, peñas, bares en la calle, pañuelos al cuello y demás horribles signos populacheros.
Todo esto del déficit de alegría en las fiestas, sin embargo, no impide que ser de aquí franquee puertas. Además ya han visto que a los segovianos se les conoce por ser serios, como dice el rey de los caramelos, y no por bordar los chistes. Aunque a esto hay excepciones; una de ellas es Eva Hache, de la tierra y dedicada al oficio de hacer reir. Que lo logre o no es otra cosa, que eso va en los gustos de cada uno, aunque en su haber está el ser pionera en esto de alabar la facilidad de los segovianos para ser cerrajeros, ya que hace tiempo afirmó que si dices que eres segoviano despiertas simpatía.
Onésimo y Eva, Eva y Onésimo, coinciden a pesar de la enorme distancia entre ellos. Uno empresario con centenares de trabajadores a su cargo y la otra cómica, pero ambos con el orgullo de pertenecer a una tierra que, si estuviera ubicada en otro lugar y no en medio de la península, ya estaríamos con las manos en la cabeza ante un nacionalismo peligroso. Pero no corremos riesgo porque estamos en la división administrativa que nos ha tocado vivir, impávidos y flemáticos, a un centenar de kilómetros de los paraísos que son las ciudades que nos rodean por el norte y por el sur.
Les recomiendo que hagan una prueba: este verano digan allá donde vayan que son de Segovia. Seguro que, salvo a alguno a cuyo equipo nuestra gloriosa Segoviana haya vapuleado, los demás dibujarán una sonrisa. Y lleven a cabo lo contrario: digan que son de otro sitio y verán que la reacción es diferente. No les abrirán con tanto mimo la puerta y resultarán más antipáticos, pero al menos no les marearán con el Acueducto, el cochinillo y el Tour de Perico. Y eso es una ventaja.

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Sobre el autor

Jaime Rojas, delegado de El Norte de Castilla en Segovia, nos contará, todos los domingos, la crónica social de Segovia, capital y provincia.


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