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Jaime Rojas

La canaleja, crónica social de Segovia

La cultura resiste

Seguro que recuerdan, como devotos como son de esta nuestra tierra, los tiempos de oro de Caja Segovia, cuando los perros se ataban con longanizas y quizá tenían hasta tarjeta de crédito de la entidad. Entonces a través de su obra social y cultural la ayuda al necesitado de subvención fluía como el Eresma por la Alameda. Nada se le escapaba a la todopoderosa caja, que colaboraba con dinero o en especie en cualquier actividad que se le ocurriera a usted o a mí.
Todos, sí, absolutamente todos, nadábamos en el cuerno de la abundancia de las ayudas y poníamos en marcha los proyectos más dispares, incluso disparatados, que se puedan imaginar, siempre con el pecunio de la entidad de ahorro. Sin embargo, llegaron tiempos oscuros y un viento huracanado –expresión, precisamente, utilizada por quien fuera su presidente, Atilano Soto– se llevó el salvavidas que para decenas de asociaciones y colectivos suponía Caja Segovia. Su obra social y cultural gestionaba y, por tanto, repartía y se gastaba en sus últimos años cerca de quince millones de euros cada ejercicio, lo que, convendrán conmigo, daba para mucho y era un aire impagable para la vida en la ciudad y en la provincia.
De aquello ya no queda nada, pero aún así –y eso es lo que tiene mérito– la cultura resiste. Segovia continúa como referencia en ese ámbito, a pesar de que la financiación es indigna si se compara con lo que fue. Aguantan como jabatos asuntos que van desde clubes deportivos hasta actuaciones musicales, sin que la desintegración de la caja en unas coordenadas de espacio y tiempo que algún día conoceremos les haya arrastrado al abismo. Tocados, sí, pero no hundidos. Sin un pavo, seguro, pero con entusiasmo, porque nadie nos puede quitar la ilusión.
De esa manera tan frágil y precaria, Segovia defiende su vocación por la cultura, en el sentido amplio del término como forma de expresarse y, en definitiva, de pasar por este mundo con un poco de compromiso y disfrutando. Recuerden que quien más sabe, más goza, y aunque la ignorancia es cierto que te evita problemas, también te impide saborear las cosas. Y con insistencia vemos que, año tras año y a pesar de la escasa holgura en los bolsillos, triunfa la perseverancia, con ejemplos dignos de estudio. Son reediciones del milagro de los panes y los peces en los que un euro se multiplica de forma frenética.
Muchas manifestaciones culturales y deportivas son las que han soportado este tiempo las consecuencias de la desaparición de la caja. Y no me sorprende porque aquí hay gente recia, pero lo que sí lo hace es que aún haya gente que se atreva a crear actividades nuevas. Pues existen y si les nombro el festival de country de Huercasa en Riaza, que se ha celebrado este fin de semana, seguro que lo identifican como algo reciente, como una locura de estos tipos del maíz y la remolacha.
Resiste pues la cultura y, sobre todo, las ganas de que aquí tengamos ferias, semanas de música, festivales, conciertos, magia, tradiciones o folclore. Y que también nos embarquemos en marchas, maratones, tenis internacional, cine europeo, concursos de tapas, mercados, títeres o en iluminarnos con la luz de las velas. Ni la pena por lo que era y ya no es derriba la defensa numantina de lo que tantos años ha costado. Y con caja o sin ella, aguanta Segovia, aguanta.

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Sobre el autor

Jaime Rojas, delegado de El Norte de Castilla en Segovia, nos contará, todos los domingos, la crónica social de Segovia, capital y provincia.


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