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Jaime Rojas

La canaleja, crónica social de Segovia

Piedras anémicas

Hablar del Acueducto en Segovia es exponerte a caer en obviedades y perogrulladas de redacción de colegio o, lo que es peor, de discurso de político bienintencionado. Hablar de la gran mole romana –única, exclusiva, el adjetivo que quieran poner– es arriesgarse a la cursilería, a matar el desparpajo o contribuir a lo ramplón que tanto nos persigue en este tiempo tan vulgar. Hablar del monumento que guía a la Segovia de nuestras preocupaciones puede dejarnos al borde de decir por decir sin decir nada.
Sin embargo, cuando uno ve que después de decenas de reuniones, charlas o artículos en este y otros medios sobre el ‘Acue’ –como así lo llaman con cariño mis adolescentes y supongo que todos los congéneres de su edad– aún sale algo de sustancia, que quieren que les diga, es un milagro. Y ha ocurrido hace unos días con unas jornadas en las que especialistas de la cosa o simples amantes del asunto han contado algo que desconocía: que las piedras milenarias han adelgazado cinco centímetros en los últimos cincuenta años. Y gracias a la liposucción gratis a la que contribuyen los decibelios de las actividades musicales a sus pies o de los vehículos que, aunque ya no atraviesan sus entrañas, merodean por el lugar.
Cinco centímetros menos, imagínenlo en su cuerpo, el sueño de todo aquel sometido a dieta. Un dato que permite a los expertos intervinientes en esas jornadas asegurar que el Acueducto es un enfermo crónico, cuyos males se hallan en estado avanzado, lo que lleva al diagnóstico de que el paciente está grave y con visos de pasar a un estado crítico. Y añaden los especialistas que la culpa no es del todo de las insensateces cometidas por los herederos de los romanos –ahora mismo, nosotros– sino que el monumento nació débil y con propensión a ser enfermizo ya que el material que usaron para construirlo era de mala calidad. Vamos que las piedras, tantas veces cantadas y alabadas, son más delicadas de lo que aparentan. Así nació enclenque, raquítico, con un granito de poca tenacidad, de gran alteración y escasa dureza, según los especialistas que lo han tratado.
Los detalles de los expertos son tremendos para pensar que cualquier día se viene abajo. Sin embargo, al tiempo que alertan sobre las condiciones del monumento y la necesidad de unos cuidados constantes y rigurosos, también aseguran que usted puede hoy pasar tranquilo por debajo de sus arcos, como lo ha hecho siempre, porque no hay un riesgo evidente de desmoronamiento. Y también mañana puede atravesarlo, que esto no es de un día para otro, sino que la enfermedad más bien parece degenerativa y de avance lento.
Las anémicas piedras requieren atención permanente y que nos tomemos en serio su situación con la exigencia de actuación a las administraciones, pero a todas que en esto no hay buenos y malos segovianos. Las jornadas se llamaron ‘Una ciudad por y para un monumento’ y es bastante recomendable que el lema tan acertado se convierta en una realidad y aquí se viva para mimar a quien tanto ha hecho por nosotros y que ahora necesita nuestra ayuda. Que el ‘Acue’ es una mole que mola y un pilar básico de nuestro presente y del porvenir. Y que el niño enfermizo que fue y el anciano degradado que es no se nos olvide. Porque puede que entre todos lo matemos y el solito se muera.

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Sobre el autor

Jaime Rojas, delegado de El Norte de Castilla en Segovia, nos contará, todos los domingos, la crónica social de Segovia, capital y provincia.


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