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Jaime Rojas

La canaleja, crónica social de Segovia

Cuando éramos rubios

Asegura mi amigo Fernando Marcos, el vendedor de cupones más dicharachero de la ciudad, que tanto o más difícil que escribir es encontrar el tema. Me lo suelta con su natural ingenuidad , pero con esa picardía con la que empatiza con todo el mundo y que le convierte en un relaciones públicas extraordinario. Mi contestación es siempre que Segovia da para mucho más de lo que su tamaño y número de habitantes puede indicar, porque es tierra de contrastes y generadora de noticias, algunas de ellas increíbles por inesperadas y soprendentes.
Un ejemplo de mi teoría de que aquí nacen más asuntos noticiables que nícalos en un buen otoño –que no parece que vaya a ser este, aunque todavía albergo esperanzas– ha ocurrido hace unos días con un reportaje de Carlos Álvaro, otro amigo, este compañero del andamio periodístico. ‘El zarpazo de los nazis en Segovia’ era su título para explicar que en 1940 los siniestros tipos del Tercer Reich expoliaron una necrópolis visigoda en un lugar llamado Castiltierra, al nordeste de la provincia.
-¿Nazis en Segovia, Carlos?,  pregunté extrañado como lo hubiera hecho cualquiera.
-Si lo que no pase aquí… contestó seguro sabedor de la teoría que atribuye a Segovia un don especial para los asuntos curiosos.
Pues sí, los nazis interesados por esta tierra. Y no cualquiera de ellos, sino que uno de los más canallas –ganar esa competición tiene mérito entre esa calaña–, Himmler, aquel con gafitas y cara de no haber roto un plato en su vida, pero jefe de la terrible policía, las SS y la Gestapo, y responsable de los campos de exterminio. El individuo también presidía una organización pseudocientífica que, cuenta el reportaje, se dedicaba a excavar, investigar y expoliar en busca de pruebas que confirmaran la superioridad de la raza aria, un pensamiento ridículo que provocaría risa si no fuera por todos los crímenes que en su nombre se cometieron.
El jerarca nazi visitó el Museo Arqueológico de Madrid y ene se viaje tenía intención de venir a vernos, pero «la incertidumbre del tiempo» privó a Segovia de tan infame presencia. Para la visita se habían descubierto decenas de tumbas de la necrópolis y se había contratado a una treintena de obreros que se procuró que fueran altos y rubios para que se viera que aquí éramos arios y muy arios. Pueden imaginarse los problemas que se encontró el de recursos humanos para realizar la selección de personal, porque no creo que en la zona hubiera mucho donde elegir con esas características físicas. Con la media de estatura de la época y el abrumadoramente mayoritario color moreno en el pelo de los españolitos de entonces y más aún en Castilla, a alguno tuvieron que ponerle alzas y peluca para no ofender a los nazis.
Los asuntos curiosos en Segovia surgen en cualquier momento y lugar para que pueda escribir esta sección y para que el diario no pierda el ritmo y el interés. Es lo bueno que tiene una tierra de largo recorrido histórico y escenario de episodios trascendentales o extraños como el que nos ocupa. En cualquier chaflán de la provincia hay un tema dispuesto a corroborar que aquí ha pasado, pasa y seguirá pasando de todo y que en la curva que sea nos damos de bruces con momentos raros como cuando éramos rubios hace setenta y cinco años.

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Sobre el autor

Jaime Rojas, delegado de El Norte de Castilla en Segovia, nos contará, todos los domingos, la crónica social de Segovia, capital y provincia.


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