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Jaime Rojas

La canaleja, crónica social de Segovia

Minnesota, caballo y rey

Con demasiada frecuencia los españolitos nos ponemos estupendos, que diría el gran Valle-Inclán. Nos embutimos en esa mezcla de rancio abolengo y vanguardia y nos tiramos al monte a impartir lecciones. Y una de esas veces que nunca falla y en la que nos liamos la manta de la chulería a la cabeza es cuando hablamos de los americanos, los de los Estados Unidos, porque a los otros, los del centro y el sur, les tratamos como si viajaran en un vagón de tercera sin posibilidad de adquirir un billete preferente.
La última paranoia ha sido, como ya habrán imaginado, las elecciones  presidenciales en el corazón del imperio. Las barras de los bares, las tertulias de las televisiones y emisorias de radio y hasta el cuarto de estar de su casa y la mía se han llenado de catedráticos, sabelotodos y maestros y maestras virginales e incorruptos, como el brazo de Santa Teresa que decían que Franco tenía en su mesilla de noche. Han salido de no se sabe muy bien donde una legión de expertos en procesos electorales y, más en concreto, de comicios en Estados Unidos que ríase usted de aquello que dice que de fútbol y medicina, todo el mundo opina. Aquí más, mucho más, hasta el punto que me ha extrañado que las universidades no hayan aprovechado el tirón para promover máster y cursos postgrado del asunto.
De repente hasta el más zoquete del barrio se ha hecho un especialista y habla de Trump, Clinton –de ella me refiero, que de él, aunque sea una paradoja, ya ni rastro–, Obama, la Casa Blanca y el despacho oval como quien pontifica sobre nuestros marianos, pedros o pablos. Ya entendemos de su sistema electoral como un experto de Harvard e incluso damos claves de lo que ha ocurrido y nos aventuramos a pronosticar lo que vendrá. Y todo sin hacer un examen de conciencia y recordar nuestras palabras para admitir que nos colamos, que metimos la pata hasta dentro y que nuestros vaticinios están en el mismo nivel que los de las encuestas: en el suelo. Error tras error hasta el error final que es que Trump será investido presidente en enero y que Dios bendiga América. Sin embargo, aquí nadie reconoce que se ha equivocado y menos los tertulianos. Eso sí, a las empresas de los sondeos, garrotazo y tentetieso por no acertar, pero nosotros ¡por favor! tenemos bula para fallar.
Y a la falta de reconocimiento de nuestra ignorancia sobre de qué modo piensan los estadounidenses –no tenemos ni idea y a los hechos me remito–, se une el desprecio. Nos empeñamos en decir que no saben donde está España y menos todas las Españas y ni por el forro ubican las ciudades; además desconocen cómo vivimos y creen que vamos al supermercado vestidos de toreros y vestidas de bailaoras. Son unos cazurros y no como nosotros que situamos perfectamente Ohio cocina o Minnesota, caballo y rey, por no decir Wyoming, que es grande.
Faltaría más, nos ponen el mapa delante y no fallamos ni uno del medio centenar de estados, por no hablar de sus ciudades, costumbres e historia que tanto hemos visto en pantalla. Así de estupendos somos. Cuñados y tertulianos se equivocan y que dimitan los de las encuestas. Y si este Trump se confunde o no sabe donde está Murcia, como nosotros sí ubicamos Wisconsin, que se prepare, que nos tendrá enfrente como ha dicho alguna neopolítica. Y él preocupado, seguro.

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Sobre el autor

Jaime Rojas, delegado de El Norte de Castilla en Segovia, nos contará, todos los domingos, la crónica social de Segovia, capital y provincia.


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