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Jaime Rojas

La canaleja, crónica social de Segovia

Consenso contracorriente

Percibo en el aire –frío, claro– un aroma de consenso que me hace concebir esperanzas de que esto mejore. Dirán que dónde respiro ese aire al tiempo que se preguntarán si es cerca de un garito en el que se fuma algo que no se vende en los estancos. Pues no, miren, es aquí en la Segovia de siempre, en la muy pequeña y leal capital de provincia en la que nieva en invierno y calienta el sol en verano, para sorpresa de los telediarios. Al revés resultaría noticia, lo que descolocaría a los intrépidos informadores que igual la pasaban por alto.
Les digo que sí, que huelo un ambiente conciliador, aunque no me crean. Ni se acerca a la sacrosanta Transición, pero es un indicio de que algo va bien y que no todo es ruina. Y mi percepción es cierta a pesar de los malos augurios que desata el advenimiento de Trump o el inesperado ‘brexit’ de los británicos, que traducido es un mutis por el foro o un portazo en la cara. También pese a tipos poco amantes de la democracia, por decirlo sin exabrupto, y escasamente de fiar como Putin, Erdogan o Maduro, por no hablar de los casos clásicos de tiranos. Populistas todos, que dirían en las nunca bien ponderadas tertulias de televisión.
«¡No hay derecho!», decimos en España, aunque no sabemos con exactitud a qué. ¿Al triunfo en las urnas del magnate estadounidense del pelo imposible? ¿A que los rusos crean menos en la democracia aún que los comunistas de salón que hay en España? ¿O, como si fuera novedad, a que los ingleses miren a los demás con desprecio desde su isla? A lo que no hay derecho es a las obsesiones respecto a los demás que nos acompañan a los españolitos desde que perdimos la Armada Invencible, las colonias americanas y hasta el oro de Moscú.
Pero insisto y pese a esos prejuicios históricos que llevamos bien metidos en la cabeza y nuestro natural pesimismo, a mí, contracorriente, me parece que hay esperanza de consenso. Al menos en España y en su política, aunque de una forma muy suya: se llevan mejor entre los partidos que estos de manera interna. Los discursos integradores se dirigen a los adversarios y no a los compañeros de formación, en unas guerras civiles en las que desgraciadamente tenemos experiencia. El espectáculo está servido en los próximos meses en los que se juegan las habichuelas, en unos congresos que prometen sangre.
Pedradas pues a los amigos y cariño a los enemigos. Hasta ocurre en Segovia, lugar del que si recuerdan les contaba que –sorpresas te da la vida–  es noticiable que haga frío siberiano ahora en invierno y calor en verano con el maldito viento sahariano. Lo de los mamporros en los partidos se lo dejo a su imaginación, aunque algunos son notorios y evidentes. Pero existen tanto como los amores con los rivales, estos sin entrega total que una es decente y ha de dejarse algo para el matrimonio que dicen los pocos castizos que todavía quedan.
Porque consenso es lo que buscan Ayuntamiento y Diputación o lo que es lo mismo, PSOE y PP, para cohabitar en el Centro de Recepción de Visitantes que recibe a los turistas junto al Acueducto. Peleados desde hace tiempo, ahora quizá al olor de ese aroma de consenso entre partidos del que les hablaba, quieren viajar juntos en ese mundo del turismo que tantos días de gloria da a esta tierra. Pónganse de acuerdo como lo haríamos todos para ir a coger dinero, a atrapar algo de prosperidad. Si dan ese ejemplo, quizá les secunde tanto Trump que anda suelto y que seguro visita Segovia y al volver cuenta que aquí consensuamos, pero sin pasarnos, claro.

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Sobre el autor

Jaime Rojas, delegado de El Norte de Castilla en Segovia, nos contará, todos los domingos, la crónica social de Segovia, capital y provincia.


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