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Jaime Rojas

La canaleja, crónica social de Segovia

Esa extraña nieve

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Más raro fue aquel verano que no paró de nevar, canta Sabina para advertir que por muy extraño que algo te parezca hay situaciones que aún lo son más. Y que nieve en verano lo es, pero todavía más que lo haga en invierno y nos sorprenda. Eso parece que nos ha ocurrido a todos con la gran nevada del día de Reyes, en la que miles de personas quedaron atrapadas en sus vehículos a las puertas de Madrid y otras miles hemos tenido que hacer piruetas y malabarismos para afrontar los días siguientes en Segovia y en los pueblos de la provincia.
Extraño es asimismo que se busquen culpables, que pretenda atribuirse responsabilidades a los de la cosa pública, a los gestores privados de la autopista y a los conductores –entre ellos uno de mis hermanos con su familia–, víctimas de una noche inmensa que jamás olvidarán. Y en la ciudad endosarle la culpa a todo bicho viviente, barrenderos, concejales, policías y a esos negligentes vecinos que, por favor, no tienen una pala en casa por si caen chuzos de punta. Son unos urbanitas que ya no recuerdan las historias que oyeron contar de grandes nevadas, que concluían con la moraleja aquella de ‘con Franco nevaba mucho más’.
Dicen en la barra de mi bar Tropical que esto ha venido bien para el campo y, sobre todo, para cambiar de conversación y pasar del monotema catalán a un asunto más blanco, y nunca mejor dicho. Aquello ha sido toda la semana un hervidero de comentarios y de teorías sobre quién se ha llevado la palma a la torpeza en este episodio. Las administraciones son firmes candidatas, aunque los imprudentes también tienen lo suyo.
Asumida la disparidad de criterios en las democráticas barras de los bares, en el tema ha habido una coincidencia: no es la primera vez que nieva; y, además, en invierno. Algo obvio parece, pero vistas las reacciones no lo es tanto. La unanimidad seguro que dio paso a las anécdotas con la nieve. La mía se la resumo: viajaba hace unos años desde Madrid por la A-6 y en el desvío a la autopista a Segovia –uno de los puntos de la zona cero del sábado de autos– nos pararon porque la nevada arreciaba. Llevábamos cadenas, pero no sabíamos ponerlas. Y entonces surgió un guardia civil entre la nieve, un tipo armario, y lejos de abroncarnos por zoquetes, se tiró al suelo y colocó las cadenas. Nosotros, mi amigo Luis Martín, entonces director de la televisión local, y su hijo Luisito, llevábamos en el maletero unos quesos cántabros que nos habían regalado. Y le dimos uno al agente salvador. Lo rechazó, en principio; miró a su compañero que no se había dignado a bajar y aceptó.
La escena fue rara, como la nieve en verano, ya les digo, pero lo que no es extraño es que no supiéramos poner las cadenas, como estoy convencido les pasaba a muchos de los atrapados en la ratonera de Reyes. Ese es el problema: que nos hemos acostumbrado a que papá Estado nos lo arregle todo y a pronunciar la frase mágica de que para eso sirven mis impuestos. Pues miren los míos valen igual para pagar al guardia que nos ayudó que a los políticos que no reparan en que nieva en invierno.
Y la próxima vez que salgan a la carretera con temporal les recomiendo que añadan al kit que aconseja la DGT un queso. Es muy útil.

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Sobre el autor

Jaime Rojas, delegado de El Norte de Castilla en Segovia, nos contará, todos los domingos, la crónica social de Segovia, capital y provincia.


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