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Jaime Rojas

La canaleja, crónica social de Segovia

El retorno de la Caja

 

DOCU_NORTECASTILLA

Tu suerte necesita de mi suerte, implora el bolero. Y esto se cantan entre los seis de la excúpula de Caja Segovia, abocados por la justicia a abonar una fianza conjunta, solidaria. Atilano asegura a Enrique, que Manuel ha contado a Antonio que Elena dijo a Manolo que cariño como el nuestro es un castigo. Y así, a golpe de bolero, vuelve a nuestras vidas la que fue Caja de todos, como el fantasma del pasado que se aparece cuando la vida ya ha dado muchas vueltas y te ha llevado por otros derroteros.
La Caja está otra vez aquí. Es el retorno de las viejas heridas que lejos de cicatrizar se abren de nuevo en canal y nos recuerdan que la guerra no ha terminado. Y ahora afrontan la batalla más importante, en la que ponemos de nuevo cara a los contendientes, a quienes habíamos obviado en nuestras conversaciones después de un largo proceso judicial de siete años.
En la vuelta de la extinta entidad de ahorro al paisaje segoviano, la pregunta que recorre la provincia es la suerte de los que participaron en el festín de las prejubilaciones, que se acerca a los 17 millones de euros. Su futuro inmediato y evidente es el banquillo pero ¿y luego qué? Devolver lo cobrado también parece un destino inexorable como lo fue la desaparición de la Caja en una macrofusión ordenada por las autoridades monetarias. O te fusionas o te fusiono y contra eso ni el aguerrido mundo segoviano pudo. Y la siguiente parada de este inquietante destino para los implicados puede ser las rejas de prisión, en este largo, duro y difícil viaje. Pero hay otra vía, obviamente: la absolución. Que no pase nada, como consideran muchos segovianos de poca fe o defensores de los argumentos de los involucrados.
Y como ocurre en todas las disputas hay unos antecedentes, en este caso ya jurisprudencia, que hicieron antes el camino. Aquí no es favorable a los procesados y sucedió hace un año, cuando cinco directivos de la desaparecida Novagalicia acabaron en la cárcel por los mismos delitos, administración desleal y apropiación indebida. Las similitudes en ambos asuntos se antojan demoledoras, con una cifra casi igual –cobraron indemnizaciones por un valor conjunto de 18,9 millones– y unos hechos que coinciden. Fueron sentenciados a dos años y aunque lo habitual en estos casos de penas inferiores a ese periodo de tiempo es la suspensión de la condena para quienes no poseen antecedentes penales, como así era, entraron en prisión por la especial gravedad de los hechos.
No parece que estos precedentes atemperen el temor a que el tren les conduzca a un destino indeseado, pero todo está por ver. La solución quizá a mediados de año como pronto o después de verano, como fecha más probable. Mientras, la condena social se reactiva como lo ha hecho el proceso judicial. Y ahí hay de todo, desde los del «comportamiento tribal» que habla Atilano Soto, el más visible de los encausados, hasta la condescendencia de aquellos que consideran que la actuación estaba dentro de los parámetros generales en ese lugar y en esa época.
Y de regreso al bolero tal vez sería mejor que no volvieras, que me olvidaras, porque volver es empezar a atormentarnos sin principio ni final. Y no sé si merecen y merecemos este tormento.

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Sobre el autor

Jaime Rojas, delegado de El Norte de Castilla en Segovia, nos contará, todos los domingos, la crónica social de Segovia, capital y provincia.


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