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@TabernaMou

La Taberna de Mou

¡Salvajes!

Asqueados, abochornados, indignados…todos los calificativos que ustedes quieran poner a continuación si han visto las imágenes de padres contra padres en un partido de infantiles en Mallorca. No teman. Se pasa pronto. Inmediatamente, aparecen los buenistas que te convencen de que es un hecho aislado, lamentable, pero aislado; que el fútbol no es eso, que no es un reflejo de lo que sucede en la sociedad y que un mal día lo tiene cualquiera. Se afea la conducta a los salvajes y a otra cosa, mariposa. Pues no.

El fútbol es un laboratorio en miniatura de lo que pasa cada día a nuestro alrededor. No nos engañemos. Una patada mal dada, una respuesta chulesca de un contrario son la chispa necesaria para sacar el salvaje que llevamos dentro, convirtiéndonos en salvajes irracionales. Pasa en un semáforo, en cualquier rotonda, en un adelantamiento al límite. El fútbol tiene, además, la ventaja de la masa, del anonimato, del poder de la manada. Te sientes protegido, invulnerable. Es más, incluso fomenta la camaradería con las quedadas para matarse antes de los partidos. Y lo mejor del asunto, sin consecuencias penales!

Un señor respetable, padre de familia, en su localidad junto a su hijo, viendo un partido de fútbol de su equipo. De repente, el árbitro pita una falta injusta, o que el cree que es injusta, ya que desde su sitio es realmente difícil ver con detalle lo que ocurre en el campo. Salta como un resorte, grita, insulta, se transforma en un muñeco diabólico. Nadie le afea la conducta. Es más, alguna sonrisa se dibuja entre sus vecinos de grada. Acaba el partido y marcha a casa para seguir siendo un respetable ciudadano ¿Les suena la escena? De ahí a los puños, hay una delgada línea roja. No. La culpa de la violencia física y verbal en el fútbol no es de unos bárbaros aislados. El fútbol es solo el espejo en el que se refleja la calle.


marzo 2017
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