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Un capitán y cuatro cagatintas

Aunque no me reconozca ni yo misma al pensar esto, diré que el alcalde de Valladolid acertó. Y lo hizo con Javier Angulo. León de la Riva admite que no sabe mucho de cine y le honra dejarse aconsejar por quienes militan en el celuloide. Nada que ver en este caso con la consejera de Cultura, quien preguntada nada más incorporarse a su cargo si sabía algo de deportes (la Consejería también abarca este sector), contestó que “por supuesto, que había jugado en un equipo de baloncesto cuando iba al instituto”. Alicia García se lució. Mire, buena mujer, yo hago top less en la playa y en el corral y no soy una porno star.
Han pasado cuatro años desde que Angulo abriera su puerta de Seminci y, desde que lo hizo, el Festival, con la ‘paga’ cada vez más mermada, ha sabido sostenerse, seguir proyectándose y vencer cada octubre las miserias con exquisita dignidad y brutal esfuerzo.
Dice el capitán Angulo que gestionar en época de abundancia es fácil: lo complicado es hacerlo en la escasez. El se refiere al dinero, pero la miseria en esta ocasión ha llegado de las almas, de las almas muertas adscritas a la podredumbre moral que puebla ciertas redacciones y algunos lugares más, donde los periodistas –no todos pero sí los suficientes- son el ejemplo más claro de lo que Hunter Stockton Thompson definió como zoquetes, inútiles y cagatintas, dominados por la miopía, la apatía y la complacencia, estancados además en un lodazal de mediocridad inmovilista.
La cuota de 30 euros por acreditación que solicitó Seminci, siguiendo la estela de otros festivales, ha levantado en armas a las chufas del periodismo dispuestas a un derramamiento de horchata si el Festival seguía en sus trece del cobro de sus treinta. Ya no hay más información, ya no existe el cine, todo ya es un agravio, una zancadilla, un puñetazo a la labor del periodista. Las hostias, compañeros, vienen de otro lado.
Las empresas de comunicación nada dicen; siguen aprovechándose de las pataletas de sus marionetas mientras desembolsan con muy poco esfuerzo la ingente cantidad de 180 eurazos del ala por acreditar a seis de sus trabajadores. A alguno de esos magnates le sale más caro sonarse los mocos en seda una mañana de alergia a la verdad.
Seminci, que cuenta con casi un 80% de fieles seguidores cada año, tiene sus amigos y así se demostrará en ediciones futuras. Los cagatintas buscarán otro recipiente donde verter su mierda.


octubre 2012
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