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Homer Guindos y los sans culottes

De Guindos, ese empleado nuestro con perpetuo gesto de afectado por acidez, no deja de recordarme frases de la sabiduría popular, que parece ser lo único que le queda al pueblo, reflexiones de grandes pensadores y máximas taxativas de nuestros héroes contemporáneos, como Homer Simpson o el cantante de U2.

Así, cuando esperamos que nos alegre la mañana con una solución a nuestra caída en el fango, rebozados y sin resuello, nos resignamos a repetir: “No se puede pedir peras al guindo; ni siquiera guindas.”

En el caso de que se le preguntara por qué una sobrina suya, Leticia, ocupa una agregaduría de la embajada española en Washington, seguro que ilustraría a la perfección aquello de “¿Adónde vas?” “Manzanas traigo”. ¿Ves? Se vuelve a quedar con las guindas.

El día de la huelga, el suyo fue un combate de cifras con líderes sindicales, delegaciones de gobierno, patronal y cuentacuentos. Todos ellos, al final, se retrataron con la frase del padre de Bart en una pancarta compartida: “Existen TRES clases de personas: las que saben contar y las que no”. Y todos ellos también, tras una jornada agotadora, acabaron en un karaoke cantando al unísono aquella de U2: “Un, dos, tres, 14 (te recuerdo que no saben contar). Dale caña, capitán. Hola, hola. Estoy en un lugar llamado Vértigo. Todo esto puede ser tuyo. Todo esto puede ser tuyo. Todo esto puede ser tuyo”. Y, de tanto repetir la cancioncita, van y se lo quedan. Todo. Ya no sólo las guindas.

Sangra más la postura o impostura del ministro ante el tema de los desahucios, dándole la máxima importancia a que las medidillas no eleven la mora hipotecaria. Desde el primer momento, este empleado nuestro, responsable de ¿Economía? y ¿Competitividad? ha relativizado el tema sin darse cuenta (caerse del guindo) de que cuando el drama es absoluto el problema jamás puede ser relativo. En cualquier momento, para darnos ánimos, nos suelta la de Proudhon, ésa de que la propiedad es un robo, para hacernos sentir decentes de puro pobres.

Cláusulas abusivas e indefensión jurídica. Ante esto se desmoronan familias enteras tras quebrarse sus ilusiones de tener un techo en cualquier suelo, y no ya en La Moraleja como nuestros asalariados del Gobierno. Si ya no tenemos privilegios jurídicos y nos han arrebatado los económicos, formamos parte de los sans culottes. Y luego, ya sabes, que se quejan de esas cosillas de la Bastilla y la revolución.

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Crisis, pobreza

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