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Los huevos de tía Enriqueta

Me llama mi tía Enriqueta, que casose de segundas con un agricultor berciano con tres tractores, un huerto de frutales, diez vacas y gallinas ponedoras.

Ella enviudó al poco de las nupcias, cuando a su primer marido, rico anticuario de Arévalo, le dio un infarto al comprobar que, su recién estrenada esposa, de estreno no tenía nada más que una liga azul y que, además, votaba al PSOE. Pues bien, dejó esposa joven sin herencia. Se dedicó entonces Enriqueta, más que a revolver testamentos, a la lucha activa de clases y a la guerra armada de géneros. Y en éstas estaba, en la penumbra y en las sombras, cuando conoció a Venancio en unos ejercicios corporales del partido en Papatrigo.

Unieron esfuerzos y juntaron corazones. Ella dejó su casa y arribó en Ponferrada. Él recompensó su gesto con una boda de príncipe opulento. Y una ampliación de la finca con otro aseo, un gallo pardo de León y tres gallinas pita pinta asturianas de las que ponen 125 por semestre.

Ella, encantada con su granjita de ponedoras, no dejó de lado la lucha activa de clases ni la guerra armada de géneros. Pero, elección tras elección, no satisfacía sus placeres políticos. “Este ismaelismo me descompone”. Se refería a quien estuvo de alcalde desde 1995 hasta 2002, Ismael Álvarez, que aún estaría en su aposento si no se le hubiese condenado por acoso sexual. Ya me dijo de él Enriqueta que apuntaba maneras, que no había hembra a la que no lanzara dardos de miradas lascivas. Pero ella siempre hablaba así de los mozos del PP, de los que afirmaba que andaban “mal follaos y peor peinaos”.

Fue entonces cuando renegó de su corazón socialista: tres concejales tránsfugas del PSOE, a los que tía Enriqueta se ha negado a vender huevos, se aliaron con el Ismael para que tuviera mayoría absoluta. Dijo que jamás se lo perdonaría y se concentró a partir de ahí en hacerse miembro del ‘comando Durruti’.

Unos años después y varias bombas fétidas en los corrales de los concejales, pensó que era mejor olvidar rencillas y regresó a las urnas con el sobre socialista. Con la victoria ‘popular’ desiste y se refugia entre sus pitas. De repente, le dicen que vuelve el ‘soe’. Pero entre que si el Ismael apoya, que si el otro no se entera, que si esto es una mierda gorda de vaca gorda, que total, no sabe ya de qué partido es el alcalde. Y me llama mi tía Enriqueta, decía, para que la ayude a averiguar “a quién cojones” ha votado.


marzo 2013
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