>

Blogs

lolaleonardo

mis tripas, corazón

Alcaldes, fruteros y gigolós

Permítame, alcalde, que a mí no me apetezca ser su cliente, vamos, que no me da la gana que me llame así, por mucho que el ex concejal Manuel Tuero (cualquier tiempo pasado no tiene por qué haber sido mejor) se refiriera con este término a los ciudadanos.

Cliente soy para mi frutero, para los chicos del súper, para el que me pone el vermú de barril nada más entrar en el bar, para mi gigoló –si lo tuviera-, para el que me vende los ducados… Ellos ofrecen sus productos, o sus servicios, y yo los compro si quiero.

En otros ámbitos (medicina, enseñanza, cultura…) somos pacientes, alumnos, discentes, lectores, oyentes o espectadores. En política, no, como mucho, y según están las cosas, dolientes.

La relación entre un alcalde y los ciudadanos, hasta donde llega mi entendimiento, no es de compraventa. Un vecino no se acerca a su ayuntamiento a adquirir cuarto y mitad de seguridad, tres kilos de asfaltado y media hora de alumbrado público. No. Los ciudadanos votan a sus representantes (o eso creemos: listas abiertas ya) para no ir todos en tropel a sentarse en la Alcaldía o en el Congreso y confiando en que los mejor preparados en esto de la gestión de la res publica, o sea, del Estado, puedan hacer, mediante el oficio que han elegido, un buen servicio a sus conciudadanos y ‘cerrar’ el día con la satisfacción del deber cumplido. Son servidores públicos pero muchos se consideran amos de lo público y de todo el cortijo.

El término cliente, además, se refiere en política a aquel que recibe recompensas por votos o cualquier tipo de favor político. Y, ya que nos ponemos, el clientelismo es, según la RAE, el sistema de protección y amparo con que los poderosos patrocinan a quienes se acogen a ellos a cambio de su sumisión y de sus servicios.

No es el caso, ¿verdad?

Casi siempre que hablo de políticos me viene a la mente la manera de ser de José Mújica con su pueblo. El actual mandatario de Uruguay, el hombre que no quiere disfrazarse de presidente, vive con su mujer en su casita de siempre a las afueras de Montevideo, conduce un escarabajo de 1987 y destina el 90% de su sueldo (que es de menos de 9.000 euros anuales) a proyectos de ayuda contra la pobreza. No estoy hablando en esta ocasión de que su gestión sea mejor o peor que la de nuestros políticos. Sólo hablo de austeridad en tiempos de necesidad, de empatía, de servicio público, de igualdad, de sentimientos… De dignidad.


diciembre 2013
MTWTFSS
      1
2345678
9101112131415
16171819202122
23242526272829
3031