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¿Amanece o es otoño?

“En la Edad Media, el hombre entendía el mecanismo de todo lo que hacía. Ahora no sabemos cómo funciona nada y todos dependemos de unos inútiles que no sabemos quiénes son y nosotros no entendemos una mierda de nada. Nadie entiende nada”.

Así se expresa José María Pou en esa cinta de justicia macarra y poética de Isaki Lacuesta que es Murieron por encima de sus posibilidades. Y razón tiene: no entendemos una mierda.

A esta larga agonía postelectoral que nos sume en sumas y cábalas, en más incertidumbres de las que todavía arrastramos, en pensamientos impuros sobre posibles coitos de gobernabilidad, le añadimos el desasosiego social por el futuro que es mañana mismo y le agregamos la inseguridad de que llegue la primavera después del otoño y tenga tardes cortas y malditas de diciembre y que febrero sea septiembre y marzo octubre, y que no sepamos si este verano tendremos vacaciones porque no las hay sin trabajo previo y si se nos congelarán las calas y las caras y las lilas en un abril sin aguas y con vacíos, y si se nos quemará más el alma de vergüenza al ver deambular por las estaciones del año sin trenes a los refugiados sin refugio mientras cacarean sin poner huevos políticos e integrantes de organismos sin órganos vitales.

Por estos expulsados, nómadas obligados, gracias a Antonio de la Torre en la gala de los Goya: “Una sola vida es más valiosa que cualquier frontera, nación o bandera”. Si tardas un minuto más en decirlo les da tiempo a arrancarte la lengua.

Seguimos sin entender una mierda. Mientras los lobos despellejan corderos y terneros de ganaderos abulenses, las cabras del islote de Es Vedrà se comen las sabinas y otras plantas autóctonas de Ibiza. Cuando los ganaderos de Ávila sugieren que los lobos sean trasladados a lugares donde no entorpezcan la práctica de la ganadería extensiva, los señores del Gobierno regional se escudan en que es un animal protegido por las políticas europeas, que se han quedado en el lobo y en la lagartija y no han llegado al hombre.

No proponen los ganaderos soluciones cruentas y estarían a favor de una reserva para los cánidos, que se reproducen y campan a sus anchas sabedores de que al sur del Duero está prohibida su caza. Quizá no haya tantos, pero hambre tienen.

Escopetas de percusión con mirilla del calibre 22 para matar a las cabras de Es Vedrà, unas 40. Los francotiradores de la Unidad de Control de Fauna están venga a disparar en el islote porque las chivas suponen “una amenaza botánica nacional” (acabo de esconder mis geranios). A esto, el Gobierno balear ha sugerido que nadie se acerque no sea que se lleve un tiro.

Algunos ganaderos de las Islas se habían ofrecido a adoptar las cabras y Medio Ambiente se negó porque no habían pasado control sanitario alguno, así que preparados, apunten, fuego.

Ni entendemos una mierda ni ya hay quien aguante este sindiós. Lo mismo cualquier día amanece por el sur de Ávila.


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