>

Blogs

Pedro Carasa

El Mirador de Clío

El mirador de Clío

Pedro Carasa

 La historia es una reflexión sobre el pasado desde el presente

El Mirador de Clío se llama así porque está escrito por un historiador, Pedro Carasa, para observar el presente desde la historia. Evoca a Clío porque es la musa griega de la historia y de la poesía heroica, hija de Zeus  y Mnemósine, personificación de la memoria. Se ubica en un mirador para sugerir que el historiador reflexiona desde una atalaya como un busto de Jano de doble mirada, que contempla el pasado desde el presente y el presente desde el pasado.

Señalamos así al menos cuatro filtros importantes con los que necesariamente se hace la historia y otros tantos cristales que habitualmente tiene la lente del historiador cuando la construye. Tales son los óculos vidriados de colores a través de los que miramos el pasado, más subjetivos que objetivos: La reflexión histórica la hace siempre un sujeto con unos intereses y una ideología determinados, se realiza constantemente desde un lugar que trata de identificarse y legitimarse a sí mismo, y es una interpretación que se edifica desde un tiempo presente que plantea unas determinadas preguntas y tiene unos concretos valores. Todos estos tamices del sujeto, del tiempo y del lugar desde los que se redacta la historia, tiñen obligadamente la interpretación de la misma. Sobre un hecho, no hay una sola historia, se produce una sucesión de reflexiones históricas realizadas por sujetos diferentes, con ideologías distintas, desde territorios diversos con pretensiones de identidades propias, y en momentos y presentes sucesivos que lanzan sobre el pasado preguntas y reflexiones nuevas. Cada individuo, cada espacio y cada momento reconstruyen la historia a su medida y con su mentalidad.

Los hechos de la historia ya pasaron y no tenemos otro acceso a ellos que el discurso, el texto, la memoria o la imagen de los testigos y protagonistas que los vivieron. También los documentos, memorias o reproducciones de los archivos, las hemerotecas y las videotecas son realizados por sujetos dotados de una ideología, movidos por unos intereses propios, insertos en una cultura dominante en su presente, distinta al momento histórico que está narrando. Hay que ser conscientes de que nosotros no podemos llegar a los hechos históricos tal como acontecieron. Estos hechos ya no existen, cuando nosotros conocemos los sucesos pasados, lo hacemos a través de versiones, de interpretaciones que nos han transmitido la perspectiva subjetiva e interesada de los sujetos que los han vivido, disfrutado, soportado, sufrido, provocado, aguantado, rechazado o promovido. Dicho de otra manera, los documentos, las imágenes, los recuerdos tamizan los hechos que sucedieron, por eso nos llegan a nosotros a través de un discurso que los interpreta, reconstruye, reprueba, ensalza, critica o justifica según los intereses de los sujetos o las instituciones que intervinieron en ellos, e incluso después han vuelto a ser reinterpretados por los que los recordaron después. No debemos extrañarnos, lo comprobamos todas las mañanas cuando leemos cuatro periódicos que transmiten otros tantos significados diferentes de un mismo hecho.

Expresado de otra forma, los hechos para que lleguen a ser históricos no sólo necesitan haber sucedido, requieren además haber sido interpretados con algún valor o símbolo, es preciso que hayan sido dotados de algún sentido, revestidos de una significación. Un hecho no es histórico porque haya sucedido, sino que se convierte en histórico cuando se le da una interpretación y significado; es más, lo histórico no es el hecho en sí, sino el mensaje que se le atribuye. Para que este valor histórico suceda, los hechos deben contener coincidencias y apoyar intereses del poder, han de valorar la existencia y razón de ser de algún lugar o territorio, es preciso que exalten alguna persona, legitimen a alguna clase social, dignifiquen alguna institución, construyan alguna nación, o valoren políticamente a algún Estado. Si esto no sucede, los hechos no pasan a la historia.

Por estas razones, el historiador no relata hechos objetivos, no narra acontecimientos verdaderos del pasado, sólo selecciona aquellos que más le interesan para apoyar su conclusión entre los hechos históricos que fueron dotados de significado, e incluso puede inventar él mismo otro significado que le permita argumentar su discurso. Añade subjetividad al hecho histórico haber sido elegido por el historiador, entre otros muchos posibles, para demostrar sus hipótesis de trabajo y reforzar los intereses que el poder de cada momento dicta instrucciones a las instituciones que dependen de él.  Subraya el subjetivismo de la reflexión histórica la circunstancia de que el historiador la realiza desde una determinada ideología, desde un poder y una institución académica que también introducen contextos y valoraciones en la investigación y docencia. Suma subjetividad a la reflexión histórica otro hecho que en nuestros días comprobamos atónitos, la ubicación del historiador en un territorio cambia la forma de interpretar la historia, cada región o nación plantea cuestiones diferentes a los demás y tiende a reinterpretar los hechos en beneficio de su identidad y provecho. Rematamos este carácter subjetivo porque todo historiador reflexiona en un tiempo que siempre es nuevo y mira el pasado con los ojos del presente que continuamente realiza preguntas diferentes a otros presentes sucesivos.

Hay historiadores que no comparten esta visión subjetiva de la historia y creen que todo historiador ha de conseguir una neutralidad científica, ideológica, temporal y local; sostienen que los historiadores han de ser imparciales, objetivos y meros expositores de hechos verdaderos y sucedidos realmente. Como los positivistas decimonónicos, creen que la historia la hacen igual todos los historiadores, que se construye de la misma forma en todos los lugares y que se redacta de igual manera durante todos los momentos sucesivos. Estos autores tildarán de presentista este Mirador de Clío, dirán que la historia no puede relacionarse con el presente, ni someterse a sus poderes y jerarquías de valores. Estimarán que un historiador no debe interpretar el presente a la luz de la historia, ni debe proyectar sobre el pasado las preguntas del presente. Argumentarán que es defectuosa la aplicación a la historia de las técnicas literarias de la anacronía y la analepsis. Pero nosotros creemos que el tiempo, factor histórico fundamental, es siempre subjetivo, ideológico, territorial, interesado; porque el tiempo histórico es humano y no físico, ni meramente cronológico.

Por las razones expuestas, podemos intuir que el historiador es un científico social con buena capacidad para interpretar el presente, es un analista social, equipado con la memoria de la sociedad en su mente, bien dotado para descubrir el significado de la realidad que le rodea. El bagaje de la experiencia a lo largo de la historia le permite analizar situaciones ya experimentadas atrás, problemas planteados antes, soluciones contrastadas en otros tiempos. Cabría aplicar aquí el símil antropomorfo de que el historiador es un adulto social que posee experiencia y memoria, frente a la diferente capacidad de entender la realidad que tiene un niño o adolescente, que carecen de ella. La mirada del historiador ha de tener mayor sensibilidad, debe añadir riqueza de circunstancias y aportar más garantía para comprender la realidad que le rodea. Un historiador puede comparar cómo han reaccionado antes semejantes problemas otras mentalidades, cómo los solucionan diversas jerarquías de valores, o cómo los plantean distintos sujetos sociales, diferentes sistemas económicos del pasado, u otros modelos sociales menos evolucionados.

El Mirador de Clío pretende mirar el presente de nuestra sociedad desde la experiencia histórica. Dada la fuerte componente subjetiva del intento, por ideología, territorio y presente, los lectores sabrán tolerar que muchas reflexiones no coincidan con las suyas. Ya hemos dicho que aquí no buscamos objetividad ni neutralidad, porque la creemos prácticamente imposible.

Temas

Viva la Pepa

Sobre el autor

El Mirador de Clío está redactado por Pedro Carasa, un historiador que tratará de observar el presente desde la historia. Se evoca a Clío porque es la musa griega de la historia y de la poesía heroica, hija de Zeus y Mnemósine, personificación de la memoria. El nombre de mirador indica que la historia es una atalaya desde la que proyecta sus ojos el historiador, como un busto bifronte de Jano, que contempla con su doble mirada el pasado desde el presente y el presente desde el pasado.