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Pedro Carasa

El Mirador de Clío

La fractura de la izquierda en las crisis

Las crisis han sido peldaños de ascenso político, económico y cultural en la historia de España, y ocasiones propicias para la cohesión de los partidos de izquierda y los sindicatos. Pero en las crisis contemporáneas, la respuesta de las formaciones de izquierda y la reacción de los sindicatos han causado rupturas. Se fracturaron los grupos radicales y se frustraron sus oportunidades para consolidar los proyectos de izquierda en los momentos críticos. Paradójicamente, las crisis no debilitaron tanto a la derecha.

Se escindieron los liberales, la izquierda del XIX, en dos familias irreconciliables, en las crisis de 1810, de 1820, 1836 y 1856. Al aparecer el socialismo, se quebró entre utópicos y marxistas en los años cuarenta del siglo XIX. Otra ruptura, nunca soldada, afectó a los republicanos, escindidos en la crisis de 1868 en unitarios, federales y luego populistas. También los movimientos sociales de izquierda se rompieron en el debate internacionalista del sexenio revolucionario entre socialistas y anarquistas. En las crisis de finales del XIX surgieron hondas fracturas sindicalistas, y se consumó la incomunicación entre socialistas y anarquistas.

La evolución discordante de ugetistas y anarcos se ahondó en la Semana Trágica de 1909. La crisis del trienio bolchevique de 1918-20 fracturó los movimientos sociales de izquierda. En 1921, se escindieron de la socialdemocracia del PSOE los adictos a la Internacional Comunista de Lenin, creadores del PCE. La crisis política siguiente a 1929, en la II República española, enfrentó de nuevo a las izquierdas. Tras la efímera soldadura del Frente Popular, la crisis de la Guerra Civil provocó una grave desconexión de las izquierdas nacionales e internacionales, causante de la derrota.

La oposición al franquismo fue otra crisis que quebró a las izquierdas, tanto sindicales entre UGT y CCOO, como políticas entre socialistas, comunistas y grupos trotskistas. Fracciones de la IV Internacional fundaron la Liga Comunista Revolucionaria en 1971 y el Partido Obrero Socialista Internacionalista de 1980. El PCE se escindió, con Carrillo, entre leninistas ortodoxos (prosoviéticos) y carrillistas; en 1986 se unió el PCE e Izquierda Republicana en Izquierda Unida. También el PSOE debilitó su reconciliación en el XXVI Congreso de Suresnes (1974), donde cayeron los viejos dirigentes marxistas, y emergió la generación socialdemócrata de González, Guerra y Chaves.

La crisis del petróleo desde 1973 no produjo efectos integradores en la izquierda española. La Transición Democrática y la profunda crisis socio-económica que la envolvió no superó sus desencuentros. Aunque los pactos de la Moncloa en 1977 lograron el consenso de las izquierdas con el centro, conservadores y tradicionalistas, aquello no fue fruto de alianzas ideológicas, ni de pactos fraternales en pro del sentido de Estado, fueron más bien reacciones de resiliencia de cada grupo para ceder lo imprescindible, subsistir y participar en el reparto del poder de la Transición. Estos acuerdos no sellaron la unidad de la izquierda en España. Las izquierdas en las elecciones democráticas presentaron numerosos aspirantes, en un proceso de tensión creciente que nunca produjo un encuentro final. Ni el momento de mayoría absoluta del PSOE en 1982 logró unir a toda la izquierda. UGT y CCOO actuaron coordinadas desde las huelgas generales de1988 y 1992, pero debilitaron progresivamente su representación laboral.

La actuación de la izquierda en esta crisis ha sido discutible. En la primera parte, Rodríguez Zapatero no supo reconocerla ni gestionarla. La izquierda radical volvió a tendencias leninistas y actitudes populistas, aparentó ubicar la acción política, no en el plano ideológico horizontal de izquierda/derecha, sino en la posición vertical de abajo/arriba. La vieja izquierda internacionalista cayó en la profunda contradicción de apoyar los nacionalismos, los soberanismos y el derecho a decidir, por encima de la igualdad y solidaridad de todos los españoles. Ningún grupo fue sensible a los valores sociales que exigía la crisis, no concedieron prioridad a la solidaridad, justicia e igualdad. Las crisis castigaron a las izquierdas, mientras el centro y la derecha se desgastaron menos electoralmente.

La unidad estuvo en el subconsciente de la izquierda española y afloró en sus nombres. Comenzó con Izquierda Unida, siguió con Unidad Popular, continuó con la familia semántica de confluencias y en común, y finaliza ahora en el pacto con IU llamado Unidos Podemos. Pero las fracturas se incrementan y la unidad es una utopía.

Es desolador el panorama de rupturas, insidias y desconexiones de la izquierda española en esta crisis. Su cultura política ha perdido sensibilidad y valores sociales para responder a los problemas de la población. Se enredó en resolver problemas de unidad y se obsesionó por la conquista del poder. Fue afectada por la corrupción, contempló de lado el drama de los refugiados, sólo defendió derechos y no deberes ante los recortes, quedó inerte ante el paro generalizado, y reaccionó mal ante las insolidaridades territoriales de España.

¿Ha sido la connivencia culpable con los nacionalismos, egoístas e insolidarios, la que ha vaciado de sensibilidad social y ha quebrado a la izquierda española?

(Publicado en la edición impresa el 14/05/2016)

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Sobre el autor

El Mirador de Clío está redactado por Pedro Carasa, un historiador que tratará de observar el presente desde la historia. Se evoca a Clío porque es la musa griega de la historia y de la poesía heroica, hija de Zeus y Mnemósine, personificación de la memoria. El nombre de mirador indica que la historia es una atalaya desde la que proyecta sus ojos el historiador, como un busto bifronte de Jano, que contempla con su doble mirada el pasado desde el presente y el presente desde el pasado.