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Pedro Carasa

El Mirador de Clío

Una Fiesta Nacional tradicionalista

Una Fiesta Nacional tradicionalista

Pedro Carasa 

La fiesta nacional del día del Pilar es fruto de una cadena histórica de leyendas tradicionales que han ido formando el concepto conservador de España. Sus eslabones medievales fueron la llegada de Santiago apóstol a España como tierra elegida, la aparición de la Virgen del Pilar al apóstol para proteger a España, o la victoria de Ramiro I sobre los moros en Clavijo bajo la aparición del caballo blanco jacobeo. El descubrimiento de América fijó estos valores a la fecha del 12 de octubre.

Tales mitos medievales y la cultura del Imperio español contaminaron este imaginario nacional de España con valores tradicionalistas: tierra mesiánica y mariana, escenario de guerras santas y cruzadas de soldados y monjes, cantera de descubridores y conquistadores de raza, madre patria evangelizadora de hijas americanas, lengua castellana como arma universal de civilización, líder hispanoamericano universal, y adalid de la contrarreforma católica.

Desde fines del XIX, en América y España se vincularon a la fiesta nacional imágenes y argumentos hispánicos muy conservadores que han pervivido hasta 1981. Se alimentaron de la cultura política carlista basada en Dios, patria y rey. Crecieron con las celebraciones del IV centenario del Descubrimiento en 1892, cuando Cánovas celebró la fiesta nacional en el Día de Colón, y del I centenario gaditano en 1912, escenario en que surge en Iberoamérica el Día de la Raza, que a los dos años se trasladó a España. En 1913 se declaró la Virgen del Pilar como Patrona de la Guardia Civil. En 1918, coincidiendo con la debilidad demográfica de la gripe española, Maura dictó la celebración de la Fiesta Nacional de la Raza.

Primo de Rivera quiso denominarlo Día del Idioma, pero la RAE se opuso porque el Día de la Raza estaba ya implantado. Intelectuales conservadores como Vizcarra, Maeztu, Jiménez Caballero, asustados por el fascismo, sustituyeron la raza por la Hispanidad. Era la cultura propia de España y sus naciones hijas americanas, basada en la superioridad hispánica de la fe, la raza y la lengua de la madre patria. Quedó en minoría la visión de Unamuno, Fernández de los Ríos y Madariaga, centrada en la lengua.  Hasta 1936 se celebró el 12 de octubre con banderas hermanadas, exposiciones, actos académicos y desfiles de señoritas simbolizando las 20 repúblicas americanas hijas de España.

El fascismo español acarició la idea de la hispanidad, Onésimo Redondo llamó a sus Juntas Castellanas de Actuación Hispánica, Falange Española recogió el concepto en su programa de 1943. El autor franquista García Morente y el cardenal Gomá adaptaron el concepto al régimen. En 1940 se institucionalizó con el Consejo de la Hispanidad, sustituido en 1946 por el Instituto de Cultura Hispánica. Desde 1939 el Caudillo celebró la fiesta nacional con ostentosos desfiles militares y concentraciones religiosas masivas en la basílica de Zaragoza, convirtiéndola en un acto militarista y nacionalcatólico. En 1958 se proclamó oficialmente la Fiesta Nacional de la Hispanidad. La dictadura visualizó así que la esencia de España se identificaba con el ejército y la Iglesia, y los valores de la raza y la hispanidad se personificaban en el caudillo vencedor de la masonería y el comunismo.

La Transición debió cambiar este discurso, pero no consiguió un relato cívico nuevo. En 1981 declaró Fiesta Nacional y de la Hispanidad el día 12 de octubre, y en 1987 se estableció como Fiesta Nacional de España. Nada ha cambiado hasta hoy.

Los nacionalismos contaminaron el sentimiento de lo español en la cultura popular proyectando sobre él una identidad vergonzante. Algunos partidos políticos consideran facha la valoración de la nación española, la percepción positiva de un país con tan valioso legado histórico, y no ven políticamente correcto hacer pedagogía de la dignidad de ser español. Hoy gritamos ¡soy español!, ondeamos la bandera, escuchamos el himno nacional o aclamamos a “la roja” sólo en escenarios deportivos internacionales, porque falta un espacio político donde hacerlo.

Es bueno que la fiesta nacional contenga memoria histórica, pero no sólo la tradicionalista. La fiesta nacional no puede basarse en tópicos religiosos, etnocentristas, militares, coloniales y patrióticos en un país laico, civilista, democrático y europeo. La fiesta nacional no es el Día de las fuerzas armadas con desfiles y banderas de reactores. No es bueno festejar España exhibiendo motivos de raza, venerando fechas y devociones marianas, celebrando hábitos coloniales paternalistas, exaltando actitudes católicas y castrenses, ajenas a la mayoría de los ciudadanos.

Habrá que renovar un proyecto festivo común de convivencia plural que aglutine a todos los españoles. En este entorno de debilidad política que vivimos, sería buena una dosis de autoconfianza en España, hacer amables los símbolos de nuestra identidad, proponer iconos de concordia civil, crear valores de memoria no reaccionarios, e incluso redactar una letra consensuada para el himno nacional. Urge elegir una fecha civil para que todos festejemos nuestra identidad. Podrían reunirse en la cámara territorial del Senado los parlamentos y autoridades regionales, los partidos políticos, las instituciones y movimientos sociales, para incitar a toda la sociedad a celebrar España y mostrar sin vergüenza la dignidad de ser español.

Publicado en la edición impresa de El Norte el día 8 de octubre de 2016

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Sobre el autor

El Mirador de Clío está redactado por Pedro Carasa, un historiador que tratará de observar el presente desde la historia. Se evoca a Clío porque es la musa griega de la historia y de la poesía heroica, hija de Zeus y Mnemósine, personificación de la memoria. El nombre de mirador indica que la historia es una atalaya desde la que proyecta sus ojos el historiador, como un busto bifronte de Jano, que contempla con su doble mirada el pasado desde el presente y el presente desde el pasado.