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Alfredo Barbero

Ni locos ni cuerdos

Teoría y práctica políticas

(publicado el 4 de junio; pequeñas correcciones posteriores)

1. Teoría

La teoría política, como las demás ramas del conocimiento humano, se basa en la racionalidad.

La Segunda Transición ha comenzado. La reciente abdicación del Rey marca su punto de partida. Los españoles vamos a vivir una nueva etapa histórica.

Durante la Primera Transición democrática tras la muerte del general Franco -la llamada “Santa Transición” por Francisco Umbral, de tanta gloria y alabanza-, las cúpulas de los partidos políticos recién configuradas, incluida la del Partido Comunista, decidieron qué Constitución iban a tener los españoles.

En esa Constitución, como en un pack cerrado, se incluía un “modelo partitocrático” de Democracia, la Monarquía y un Estado Federal camuflado -por temor al estamento militar- al que se denominó Estado de las Autonomías. Estos fueron, en síntesis, los acuerdos centrales alcanzados mediante el mitificado CONSENSO.

Sólo después de las decisiones que tomaron el Rey y las cúpulas de los partidos políticos -seguramente no más de 20 personas- a los españoles se les permitió avalar la Constitución mediante referéndum.

Actualidad, año 2014, 36 años de supuesta evolución social y avance tecnológico en los medios de comunicación: ¿los políticos van a seguir ahora el mismo procedimiento de entonces para llevar a cabo la Segunda Transición? ¿van a ser las cúpulas de los partidos las que, una vez más, decidan primero? ¿a millones de ciudadanos lo que nos corresponde de nuevo es esperar pacientemente las decisiones de un pequeño grupo de políticos, para, sólo en segundo lugar, avalar o no sus ideas y acuerdos…?

En la Primera Transición, dadas las circunstancias históricas que concurrían, se entiende que no hubo otra posibilidad ni forma de hacer las cosas. ¿Ahora tampoco la hay?

¡La Constitución, mientras no se cambie por los canales legales establecidos, debe cumplirse! (nos dicen al unísono Rajoy y Rubalcaba).

Sí, claro, por supuesto. Pero si ellos dos quisieran pedir un referéndum, si los dos quisieran dar la palabra a los ciudadanos españoles para que decidamos entre Monarquía o República, por supuesto también que ese referéndum se haría de inmediato.

El problema es que no quieren. Y el problema de fondo que tiene la actual democracia española (régimen político que con el paso de los años ha dado lugar a lo que la vox populi conoce hoy día como PARTITOCRACIA) es que la decisión de dos respetables señores a los que hemos votado, y que interpretan la voluntad mayoritaria de los ciudadanos en algo tan importante, prevalece sobre la expresión directa de dicha voluntad. Es decir, que la democracia representativa actúa como un auténtico tapón de la democracia directa.

En nuestra opinión política teórica, la Segunda Transición debería realizarse mediante referéndum.

Tres preguntas nos parece que sería esencial plantear a los ciudadanos españoles, a todos, en este momento histórico:

1. ¿Quieren ustedes seguir con el actual modelo de democracia (ya saben, con la famosa PARTITOCRACIA), o prefieren hacer una reforma en profundidad del sistema democrático (listas abiertas, ley de referéndums periódicos obligatorios, democracia interna de los partidos políticos con primarias abiertas obligatorias, ocho años máximo en cargos políticos, independencia real del poder judicial, etc. )?

2. ¿Quieren ustedes continuar con la Monarquía Parlamentaria, o prefieren una República?

3. ¿Quieren seguir con las actuales Comunidades Autónomas, restarles competencias, un Estado Federal o prefieren aceptar la independencia de los territorios que así lo demanden?

Sí, hagamos un referéndum antes de que decida por nosotros la clase política.

Cualquier planteamiento político con base racional, en teoría, es posible.

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2. Práctica

La práctica política, como ocurre con las decisiones que las personas tomamos en muchas otras facetas de la vida, va “más allá” -o viene “más acá”- de la mera racionalidad, y está sometida a una fuerte influencia de factores emocionales de todo tipo (ambición, envidia, odio, miedo a la libertad, filias, fobias, revancha, venganza, etc.), y a todo tipo de intereses (básicamente resumidos en poder y dinero).

De este potente conjunto de influencias, surge lo que llamamos “realismo”, “sentido común”, “sentido práctico”, “prudencia”, “posibilismo”, “tener la fiesta en paz”, “mal menor”, “más vale pájaro en mano que ciento volando”, “más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”, “el muerto al hoyo y el vivo al bollo”, “lo mejor es enemigo de lo bueno”, “lo firmo” y “virgencita que me quede como estoy”.

Por ejemplo, la cúpula del PSOE, un partido nada menos que con “alma” y “hondas raíces” republicanas, según nos dicen, aceptó la Monarquía hace 36 años, y vuelve a aceptarla con absoluta tranquilidad en este histórico momento.

En nuestra opinión política práctica, la Segunda Transición ha empezado a realizarse exactamente por el mismo procedimiento con el que se hizo la Primera: de arriba abajo, de las cúpulas políticas a los ciudadanos. Y así es como va a continuar y terminar de hacerse.

También pensamos que, igual que ocurrió con la Primera, es probable que no les salga mal del todo (aunque esta vez no creemos que logre alcanzar en la vapuleada conciencia colectiva el grado de SANTIDAD).

La dialéctica e interrelación entre Teoría y Práctica es constante en el comportamiento humano.

La Democracia -y más todavía la española- es un sistema imperfecto. Bien que mal, o mal que bien, quizá evolucionemos.

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Alfredo Barbero  -Psiquiatra del Centro de Salud Mental “Antonio Machado” de Segovia

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