A veces, las pequeñas y delicadas manos de una niña de 12 años, sus finos dedos, saben interpretar con asombrosa belleza alguno de los 48 preludios y fugas que contienen los dos volúmenes del Clave bien temperado, de don Juan Sebastian Bach. Otras veces, esas manos sólo saben coger con fuerza un boli para hacer las tareas, doblando en inverosímil arco el dedo índice, o recorrer de pronto con suavidad las mil arrugas del rostro de la abuela.
Esas manos, llenas de vida, ¿sólo valen 18 años de cárcel…?
(In Memoriam de Asunta Basterra)