El Norte de Castilla, 27 de enero de 2007
El colegio Macías Picavea cuelga crucifijos en sus aulas. Según la Junta, responsable de la educación impartida en Castilla y León, por muy público que sea el centro y muy aconfesional que deba ser su comportamiento, los crucifijos son parte del acervo y como tales han de tratarse: sin significado religioso alguno. Está bien que los políticos se preocupen por la conservación del legado cultural, de la herencia cruel que ha trazado los rasgos de nuestra impronta colectiva. Pero que continúen, que no se acobarden. Puestos a rendir homenaje a los sacrificios humanos, sin sesgo religioso, acaso deba colocarse junto al hombre agonizante clavado en maderos un garrote vil, por ejemplo, que recuerde los tiempos en que los reos eran conducidos por vía de urgencia ante la justicia del más allá; o una pira ardiente con herejes, mucho más aleccionadora en las clases de conciencia regional. Las destinadas al estudio de la física bien pudieran exponer una imagen de la silla eléctrica y en las de química quizá haya hueco para una cámara de gas. Son cosas de nuestro acervo, en efecto. Sin otro significado. Los niños han de conocer los métodos de matar dioses y gusanos que ha diseñado el hombre, sin que en ello haya oculta una intención religiosa. (…)
En serio: ¡Joder, qué tropa!
©Rafael Vega