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Roberto Carbajal

La aventura humana

Glosa de la torpeza

La cama es un espacio polivalente. Sirve para el descanso del guerrero, acomoda sus miserias y le arranca una sonrisa. No se entiende un buen lecho sin una almohada confortable y lúcida, ese oráculo que espanta los nubarrones del horizonte. El presidente del Gobierno necesita aposentar su testa sobre una nueva, pues da la sensación de que padece el rigor de los tiempos postrado en un camastro de mala muerte, como un enfermo en fase terminal. Antes, el secretario general de Moncloa parecía un almohadón ergonómico. El talento de Bernardino León estaba al servicio del presidente, un bombero diestro y siempre dispuesto. Ahora la percepción es que tan sólo es una figura ornamental.

El presidente se encuentra sumido en un aturdimiento magno, dilapidando el favor de los suyos. Zapatea hacia adelante golpeándose los tobillos; mal asunto para una estrella del hipódromo. Si hoy dice negro, mañana pensará en gris marengo. Si sus colaboradores le reconvienen, él se adentra a codazos hacia el piélago oscuro.

Rechazó acudir a la inauguración de un encuentro multinacional de víctimas del terrorismo. El acto escondía cierta dosis de veneno. Había sido organizado por grupos ultraconservadores y se celebraba en Lanzarotelandia, provincia de Salamanca. Allí se encontraban Aznar, Rajoy y el resto del coro. Pero el jefe del Gobierno ha de estar por encima de la panoplia. Lo esencial era el acto en sí y algunos de los personajes molestos ante los que Zapatero iba a darse de bruces no son trigo limpio del todo. Por eso la gente no ha encajado bien ese desaire. El presidente del Ejecutivo facturó a Caamaño como su único representante, el ministro de Justicia del que brotan tintes propios de un hooligan. Cuando aún no se habían evaporado las lágrimas, Zapatero se hizo la foto con los bendecidos por los Goya. Los masacró con un discurso plúmbeo a más no poder, pasmó a los invitados con el relato errado de los premios y babeó ante la inefable ministra surgida del gremio. No estuvo en Salamanca con los vencidos y sí con la ‘fábrica de sueños’, ahora que vivimos una pesadilla. El presidente duerme mal, necesita una almohada que le libre de la torpeza. Así todos podremos soñar y librarnos de la pereza.

Publicado en El Norte de Castilla el 17 de febrero de 2010

Sobre el autor

Tenía siete meses cuando asesinaron a John F. Kennedy. De niño me sentaba en los parques a observar a la gente, pero cuando crecí ya no me hacía tanta gracia lo que veía. Escribo artículos de opinión en El Norte desde 2002, y críticas musicales clásicas desde 1996. Amo la música, aunque mi piano piense lo contrario. Me gusta cocinar; es decir, soy un esclavo. Un esclavo judío a vuestro servicio.


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