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Roberto Carbajal

La aventura humana

Magia pública

Las apariencias son sólo eso. Para creer en algo no basta con verlo; hay que hurgar y manosear el objeto hasta despejar las dudas. Hace meses el Congreso publicó la declaración de bienes de los miembros del Gobierno de España. Las cifras casi hermanaban con las que atesora cualquier asalariado, salvo las de la ministra Garmendia, que saltaba por encina de un par de millones gracias a su empresa de tecnología punta. Los demás, como usted o yo: un pisito, un cochecito y unos miles de euros en la cuenta corriente. Ver para creer. Ayer el boletín de las Cortes Valencianas hizo públicas las propiedades de las señorías levantiscas, de cara a las elecciones, con la pretensión de lavar la imagen del presidente de la Generalitat y las señorías que le escudan. El pobre Camps atesora sólo dos mil euros en el banco, un coche de quince años, una vivienda normalita y un plan de pensiones. En el mismo diario oficial figuran Ricardo Costa, su jaguar y algunas propiedades. Nada que nos alerte más. Es casi un mileurista. Juan Cotino, director de la Policía de Aznar, y hoy consejero valenciano, cuenta con dos millones entre unas cosas y otras. Otros, en cambio, llaman la atención por su número de asientos bancarios y propiedades inmobiliarias. Todo legal y a título personal.

Si la res pública atesora tantos billetes como la cajera de la esquina, ¿para qué meterse en política? Sencillo: para cambiar las cosas de sitio. Hay quien dice que la caridad empieza por uno mismo, aunque el aserto está mal visto. Los políticos velan por que nuestros intereses se conviertan en los suyos. No olvidemos que ellos también viven en España, el país del que son propietarios.

Los ciudadanos de a pie leen estas cifras y les producen escozor. Muchos se preguntarán dónde está el truco. Hay quien asegura que a las personas inteligentes les cuesta más descubrir el engaño de los magos que a quienes no lo son tanto. Todo el mundo está de acuerdo con que el éxito de un buen ilusionista consiste en desviar la atención. Se trata de que focalices la mirada en el ángulo equivocado. De ese modo, el mago pone en escena juegos increíbles que le pagan con aplausos. Para cazarlos, nada más socorrido que grabarlos y usar la pausa.

Publicado en El Norte de Castilla el 24 de febrero de 2010

Sobre el autor

Tenía siete meses cuando asesinaron a John F. Kennedy. De niño me sentaba en los parques a observar a la gente, pero cuando crecí ya no me hacía tanta gracia lo que veía. Escribo artículos de opinión en El Norte desde 2002, y críticas musicales clásicas desde 1996. Amo la música, aunque mi piano piense lo contrario. Me gusta cocinar; es decir, soy un esclavo. Un esclavo judío a vuestro servicio.


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