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Roberto Carbajal

La aventura humana

¿País o circo?

Cuenta la tradición que los fenicios llamaron ‘tierra de conejos’ a lo que hoy conocemos como España. Puede que fuesen primitivos esos fenicios, pero es innegable que atesoraban dotes adivinatorias. Si hubieran percibido otra atmósfera nos habrían legado la definición de ‘cuna de la inteligencia’. El tiempo les ha dado la razón: no encontraron el germen para que brotase. Han caducado miles de calendarios y España continúa siendo un país de conejos, acompañados de otras especies de nueva creación gracias a uno de nuestros más sagrados defectos: la torpeza. Desde la muerte de Franco hemos dedicado gran parte de la energía en perder el tiempo con denuedo. El país creó infraestructuras y comenzaron a circular por nuestras vías legiones de haigas. Pero se han tirado por la borda décadas de las que pendían ingentes oportunidades para convertir a España en un país envidiable. Poco importa el signo político que imperase en Madrid. Suárez afrontó la tarea de asentar la democracia, una misión hercúlea. Calvo-Sotelo sólo tuvo resuello para casarnos con la OTAN, un pañuelo gitano previo al compromiso. Felipe tomó los fondos europeos y publicitó a nuestro país en el orbe. Aznar la reubicó desgraciadamente y Zapatero heredó todo el festín. Tenemos las herramientas pero somos incapaces de aplicar su fuerza en la dirección correcta. Ha tenido que sobrevenir una crisis tremebunda para darnos cuenta de que nuestro sistema vital es abracadabrante. La proyección laboral de los jóvenes es un fracaso rotundo. El inglés nos resulta esquivo. Las universidades, autocomplacientes. La investigación, un regalo que enviamos a la competencia. La percepción ciudadana de la división de los poderes del Estado es atroz. Las autonomías, coros que cantan disonantes diecisiete partituras a la vez. El sistema electoral, puro teatro, en el que cobran la entrada por ver una representación ilegítima. La bochornosa alegría política ha esquilmado costas y talado tesoros irrecuperables, alimentando con perversión la fragilidad de la conciencia. Siete lustros de oportunidades arrojados a la basura. Y el circo, una recreación de telerrealidad.

Pero no todo son malas noticias. Aquí se come bien y sesteamos mejor que nadie.

Publicado en El Norte de Castilla el 10 de marzo de 2010

Sobre el autor

Tenía siete meses cuando asesinaron a John F. Kennedy. De niño me sentaba en los parques a observar a la gente, pero cuando crecí ya no me hacía tanta gracia lo que veía. Escribo artículos de opinión en El Norte desde 2002, y críticas musicales clásicas desde 1996. Amo la música, aunque mi piano piense lo contrario. Me gusta cocinar; es decir, soy un esclavo. Un esclavo judío a vuestro servicio.


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