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Roberto Carbajal

La aventura humana

Más que sofocos

Mientras Óscar López pedaleaba por ahí con su bici XXL, en el mundo se han producido acontecimientos de relevancia, aunque caprichosamente conectados. El ‘tour de force’ del líder socialista avanzaba hacia ninguna parte, al igual que el presidente Zapatero, quien se encuentra con el agua al cuello como millones de personas en el globo. En tierras muy queridas, Mohámed VI, un dictador que vive del deporte de sus súbditos, la emprendía con las policías españolas y breaba a palos a un grupo de activistas en el Sáhara, un territorio que no le pertenece. Exteriores ha culpado a nuestros compatriotas y Melilla aguarda a la siguiente rabieta del monarca alauí y el bálsamo de Aznar, el bricomaníaco recalcitrante.

A muchos se les fue la fuerza por la boca, sobre todo en los bares, en donde se pontifica con una ligereza extravagante. Gracias a la inspiración de las bebidas fermentadas, se escuchaba que deberíamos bombardear ‘a los moros’. La idea resulta excitante; más que nada, para ver las secuelas. Es una forma de darle un impulso a la venta de periódicos, algo que más de un editor aplaudiría sin miramientos. Planean ciertas dudas sobre si podríamos hacerlo solos, sin permiso de Francia o Estados Unidos, los grandes avalistas del limbo norteafricano. La guerra puede esperar, habida cuenta de que en España viven cientos de miles de musulmanes, Mohámed VI nos permite pescar y palpitan demasiados intereses en la zona. No olvidemos que su padre, Hasán II, construyó la mayor mezquita del mundo árabe, esbozó una especie de democracia para engatusar a los vecinos, o que el potencial de sus recursos es formidable. Todo apunta a que será mejor dejar en tierra los aviones y continuar haciendo sangre en casa, que es lo nuestro. No somos hermanos; nos toca el rol de primos.

Un talibán mató a tres españoles en Afganistán. Mientras las familias lloraban a sus muertos, Rajoy aprovechó el luto en un mitin y pidió al presidente del Gobierno explicaciones sobre lo que hacían nuestras tropas allí. La conclusión está clara: al líder popular se le salió la cadena de la bicicleta. Casi como a Óscar López, aunque por motivos bien distintos. Ahora que se esfuma la canícula, pertrechémonos contra el sudor frío.

Publicado en El Norte de Castilla el 1 de septiembre de 2010

Sobre el autor

Tenía siete meses cuando asesinaron a John F. Kennedy. De niño me sentaba en los parques a observar a la gente, pero cuando crecí ya no me hacía tanta gracia lo que veía. Escribo artículos de opinión en El Norte desde 2002, y críticas musicales clásicas desde 1996. Amo la música, aunque mi piano piense lo contrario. Me gusta cocinar; es decir, soy un esclavo. Un esclavo judío a vuestro servicio.


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