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Roberto Carbajal

La aventura humana

Señorías al descubierto

Seis diputados del Congreso aún no han publicado sus bienes. Hacen bien, así no tendrán que escuchar los chascarrillos de los votantes incrédulos de su circunscripción. El resto de sus colegas y las reinas madres del Senado aparecen en las páginas de las cámaras, desnudándose tímidamente ante la ciudadanía.

Acostumbrados como estamos a la telerrealidad, o a la programación basura, el morbo ha llevado en tromba a curiosear entre los bolsillos de los representantes públicos. Ciñéndonos a las decepcionantes cifras colgadas, la mayoría de sus señorías son casi pobres, si los comparamos con el patrimonio que mucha gente cree que atesora el diputado o senador de su provincia. Quien más quien menos conoce de cerca la trayectoria política de sus intermediarios en Madrid. Muchos fueron alcaldes de sus municipios y su tren de vida no pasa desapercibido. Cuando dejaron de tener tirón electoral se les encumbró hasta la capital del Reino. Madrid abre muchas puertas, entre las que se encuentran las de los zorros que manejan los recovecos de la evasión fiscal. Un diputado listo puede resolver media vida si toca los timbres adecuados. En contra de lo que se empeña en vender José Bono, sus subordinados pasan más tiempo a su aire que atendiendo las demandas de los votantes. Esto es así porque el sistema les obliga a levantar la mano incondicionalmente, aunque traicionen a la provincia por la que fueron elegidos.

Los cónyuges de todas estas señorías juegan un papel esencial en esta obra de teatro de la transparencia patrimonial. Hay que despojarse de la ingenuidad para confiar el magro de tus posesiones a quien te ha visto crecer como político. Todo equilibrio sentimental es poco para que no cante las verdades fiscales del barquero. He leído las declaraciones de bienes de los dignatarios de mi circunscripción y, sinceramente, no dejo de pensar en qué vida tan placentera disfrutan las mujeres que los cubren. Pero lo que más me intriga es saber cuánto vale su silencio y cuánto durará su relación. Para ponerme en la cola. 

Publicado en El Norte de Castilla el 14 de septiembre de 2011

Sobre el autor

Tenía siete meses cuando asesinaron a John F. Kennedy. De niño me sentaba en los parques a observar a la gente, pero cuando crecí ya no me hacía tanta gracia lo que veía. Escribo artículos de opinión en El Norte desde 2002, y críticas musicales clásicas desde 1996. Amo la música, aunque mi piano piense lo contrario. Me gusta cocinar; es decir, soy un esclavo. Un esclavo judío a vuestro servicio.


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